SEXTO
Queda ahora solo el canasto de panadería. Un plástico transparente cubre su contenido. Allí estaba su ropa. Descorre el plástico y arriba su sobretodo alguna vez negro sobresale en su grosura. En uno de sus bolsillos que revisa encuentra un sobre con una carta. Tiene ganas de arrojarla en la doce/doce de reciclaje que está en un rincón, pero se detiene y la guarda dentro de su pantalón.
Su sobretodo en correspondencia y simetría con su mente arma una conjura que lo acerca a una música popular sobre un tapado de armiño: “El tapado lo estoy pagando y el amor ya se acabó”. La mujer que no está. La que se fue. La que no volverá. La que dejó ir. Lo que no fue. ¿Renunciamiento?. ¡Que cagón que habia sido!. Siempre habia sido muy cagón.
Sus retorcijones de estomago le recuerdan lo cagón que es. Los retorcijones olvidados y en postergación durante toda la mudanza, ahora lo movilizan. Sudoroso, afiebrado, pero ya demasiado tarde, corre hacia el baño. Llegaron las lluvias también las diarreas
Un calmo y amoroso fuego hace desaparecer sus malestares, siente la libertad en esa suciedad, en esa inmundicia. El alivio vuelve a su cuerpo y su alma
Mierda.
Sus pantalones recibieron de sus chorreadas piernas un calor suave, tierno y putrefacto.
Pura mierda.
Entra en la bañera y deja correr agua caliente sobre su sucio cuerpo, es como un festejo de inauguración, el happy hour del nuevo lugar.
Del bolsillo del pantalón con caca saca el sobre, bajo la ducha lo abre y lee, es su propia carta, la que se envío a si mismo desde París. Nunca la habia puesto en el buzón.
La habia escrito, no la había imaginado.
¡Eureka!.
Era para salir a gritarlo por el palier.
Ríe bajo la ducha, con ganas, como hace tiempo no lo hace.
Pero en plena cochinada, suena el timbre de calle.
Martes 30 de Marzo de 1999
C:\Mis documentos\queda ahora solo el canasto de panaderia.doc
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