Buscar este blog

jueves, 11 de marzo de 2010

Editorial I

El secreto del Oscar

La película argentina galardonada debería ser un disparador para terminar con la degradación a la que se somete a la Justicia

Noticias de Opinión: anterior | siguiente
Jueves 11 de marzo de 2010 | Publicado en edición impresa
Editorial del Diario La Nacion del jueves 11 de marzo de 2010

I

El secreto del Oscar

  • Si es cierto que la presidenta Cristina Kirchner vio dos veces El secreto de sus ojos , premiada con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, sería formidable que se ocupara del lamentable estado de la Justicia y no redujera a la ficción el libro de Eduardo Sacheri. La película, dirigida por Juan José Campanella, narra la historia de un asesinato ocurrido en Buenos Aires en 1974 y de la investigación para hallar al culpable. En ello prima el voluntarismo de un empleado judicial (Ricardo Darín), obsesionado por resolverlo. Cuenta con el apoyo de un compañero (Guillermo Francella) y la secretaria del juzgado (Soledad Villamil).

Este segundo Oscar para el cine argentino, casi un cuarto de siglo después de recibirlo La historia oficial , de Luis Puenzo, no sólo refleja la mirada íntima de un personaje que abre una puerta del pasado y no puede cerrarla, sino, también, la realidad atroz de un país tristemente emparentado, en esos años setenta, con la violencia y la muerte.

En tres décadas, a juzgar por las imágenes, poco y nada ha cambiado en muchos de nuestros tribunales, atiborrados de expedientes de incierta resolución, y, asimismo, poco y nada ha cambiado la presión del poder político sobre los jueces.

Esa imagen de la Argentina, lamentablemente, no se ha modificado en mayor medida. Es lo que debió de haber visto la Presidenta, al margen de elogiar con razón la excelente factura de la película galardonada. Sigue primando en la Argentina una enorme desconfianza hacia la Justicia, desconfianza que la propia primera mandataria en nada contribuye a superar, especialmente cuando se jacta públicamente de que no está dispuesta a acatar las sentencias que contrarían sus decisiones o no favorecen al Estado.

Deberíamos preguntarnos si, como en la película, el secreto de la resolución de un caso es la justicia por mano propia. En un país poco afecto a la división de poderes y en el cual los jueces son degradados por el Ejecutivo, ¿quién puede confiar en que sean ellos los que despejen de impunidad el camino? No hay una percepción social positiva en esta materia y tampoco hay una intención clara y definida de cambiar algo.

En cierto modo, como ha ocurrido con la discusión sobre las reservas del Banco Central, todo se centra en las apetencias del Gobierno: si los otros avalan sus decisiones, esto es una democracia; si no, esto es una anarquía, y en la justa gana el más fuerte. De estas imágenes de la Argentina contemporánea no está exenta El secreto de sus ojos , una búsqueda constante en el interior de un personaje de apellido Espósito que viene a reflejar, acaso sin proponérselo, el laberinto en el cual muchas veces nos vemos inmersos los argentinos si sólo intentamos buscar la verdad.

La propia Presidenta comentó que muchos "no creían que iban a entender la película, porque era muy argentina, y yo les decía que cuánto más argentina sea, más la van a entender, porque cada vez que nos hemos retratado nosotros mismos y hemos contado lo que nos ha pasado, nos ha ido bien".

Es una buena observación. Lástima que poco y nada haga su gobierno por mejorar esa imagen en el presente y proyectarla hacia el futuro, en lugar de regodearse en los setenta como si hubieran sido los años dorados de un país que, al menos en el aspecto de algunas de sus instituciones y en los modales de algunos de sus líderes, no ha mejorado. Debería ser El secreto de sus ojos , más allá del orgullo y la alegría por el galardón, un disparador para replantearnos si dentro de 30 o 50 años queremos ver esta postal del país o una mejor.