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domingo, 14 de junio de 2009

Elogio de la sombra

Elogio de la sombra
Jorge Luis Borges
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires, que antes se desgarraba en arrabales hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro, las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras, no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme, pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra sólo habré leído unos pocos, los que sigo leyendo en la memoria, leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches, entresueños y sueños,cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo, la firme espada del danés
y la luna del persa, los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas.
Llego a mi centro, a mi álgebra y mi clave a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.

ERNESTO SABATO


De uno y el Universo
Advertencia
Las reflexiones que aparecen aquí por orden alfabético no son producto de la vaga contemplación del mundo: se refieren a entes que he encontrado en el camino hacia mí mismo. (Uno se embarca hacia tierras lejanas, o busca el conocimiento de hombres, o indaga la naturaleza, o busca a Dios; después se advierte que el fantasma que se perseguía era Uno mismo.) Fuera de mi ruta debe de haber otros entes, otras teorías e hipótesis. El Universo de que se habla aquí es mi Universo particular y, por lo tanto, incompleto, contradictorio y perfeccionadle; no poseo la más modesta Weltanschauung que pueda satisfacer a una persona respetable o germánica; prohíbo a estos inspectores del urbanismo filosófico que lean este libro (no veo, además, para qué habrían de leerlo).
Este libro es el documento de un tránsito y, en consecuencia, participa de la impureza y de la contradicción, que son los atributos del movimiento. Imagino la irritación que producirá a los fanáticos del sistema, que tienen la curiosa pretensión de ser propietarios de La Verdad, frente a los otros mil sistemas, como por alguna especie de arreglo personal con el Organizador del Espectáculo. Por mi parte, reconozco no tener vinculaciones tan influyentes.
La ciencia ha sido un compañero de viaje, durante un trecho, pero ya ha quedado atrás. Todavía, cuando nostálgicamente vuelvo la cabeza, puedo ver algunas de las altas torres que divisé en mi adolescencia y me atrajeron con su belleza ajena de los vicios carnales. Pronto desaparecerán de mi horizonte y sólo quedará el recuerdo. Muchos pensarán que esta es una traición a la amistad, cuando es fidelidad a mi condición humana.
De todos modos, reivindico el mérito de abandonar esa clara ciudad de las torres —donde reinan la seguridad y el orden— en busca de un continente lleno de peligros, donde domina la conjetura. Montaigne mira con ironía a los hombres porque son capaces de morir por conjeturas. No veo nada que merezca la ironía: en eso reside la grandeza de estos pobres seres.

Ernesto Sabato. Santos Lugares, otoño de 1945.

TENGO QUE IR A PORTUGAL




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Tabacaria
Para este poema Pessoa encarou a hipótese de outro título: Marcha Da Derrota, ainda foi impresso nas provas da Presença.

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No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quién es
(Y si supieran quién es, qué sabrían?),
De ahí para el misterio de una calle cruzada constántemente por gente,
Para una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposíblemente real, cierta, desconocídamente cierta,
Con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres, Con la muerte por la humedad en las paredes y pelos blancos en los hombres, Con el Destino conduciendo la carroza de todo por la avenida de nada. Estoy hoy vencido, como si supiera la verdad. Estoy hoy lúcido, como si estuviera para morir, Y no tuviera más hermandad con las cosas Sinó una despedida, tornándose esta casa y este lado de la calle La hilera de carruajes de un convoy, y una partida silbatada De dentro de mí cabeza, Y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida. Estoy hoy perplejo, como quien pensó y creyó y olvidó. Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera, Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro. Fallé en todo. Como no hice propósito ninguno, tal vez todo fuera nada. El aprendizaje que me dieron, Descendí de ella por la ventana de los fondos de la casa. Fui hasta el campo con grandes propósitos. Mas allá encontré sólo hierbas y árboles, Y cuando había gente era igual a la otra. Salgo de la ventana, me siento en una silla. En qué he de pensar? Qué se to de lo que seré, yo que no sé lo que soy? Ser lo que pienso? Pero pienso tanta cosa! Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber tantos! Genio? En este momento Cien mil cerebros se conciben en sueño genios como yo, Y la historia no marcará, quién sabe?, ni uno, Ni habrá sinó mierda de tantas conquistas futuras. No, no creo en mí. En todos los manicomios hay enfermos locos con tantas certezas! Yo, que no tengo ninguna certeza, soy más cierto o menos cierto? No, ni en mí... En cuántas mansardas y no-mansardas del mundo No estan en este momento genios-para-sí-mismos soñando? Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas - Sí, verdaréramente altas y nobles y lúcidas -, Y quién sabe si realizables, Nunca verán la luz del sol real ni hallarán oidos de gente? El mundo es para quien nace para conquistarlo Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón. Tengo soñado más que lo que Napoleón hizo. Tengo apretado al pecho hipotético más humanidades que las de Cristo, Tengo hechas filosofías en secreto que ningún Kant escribió. Mas soy, y tal vez seré siempre, el de la mansarda, Aunque no viva en ella; Seré siempre el que no nació para eso; Seré siempre sólo el que tenga cualidades; Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta, Y cantó la canción del Infinito en una capoeira, Y oyó la voz de Dios en un pozo tapado. Creer en mí? No, ni en nada. Derrameme la Naturaleza sobre la cabeza ardiente Su sol, su lluvia, el viento que me halla el pelo, E el resto que venga si viene, o tenga que venir, o no venga Esclavos cardíacos de las estrellas, Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama; Mas despertamos y él es opaco, Nos levantamos y él es ajeno, Salimos de casa y él es la tierra entera, Más el sistema solar y la Via Láctea y el Indefinido. (Come chocolates, pequeña; Come chocolates! Mira que no hay más metafísica en el mundo sinó chocolates. Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería. Come, pequeña sucia, come! Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que comes! Pero yo pienso y, al tirar el papel de plata, que es de hoja de estaño, Dejo todo por el suelo, como hube dejado la vida.) Pero al menos queda de la amargura de lo que nunca seré La caligrafia rapida de estos versos, Pórtico partido para el Imposible. Pero al menos consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas, Noble al menos en el gesto largo con el que tiro La ropa sucia que soy, en rol, para el decurso de las cosas, Y quedo en casa sin camisa. (Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas, O diosa griega, concebida como estatua que fuera viva, O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta, O princesa de trovadores, gentilisima y colorida, O marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana, O cocot(*) célebre del tiempo de nuestros padres, O no sé qué moderno - no concibo bien el qué - Todo eso, sea lo que fuere, que seas, si puede inspirar que inspire! Mi corazón es un balde despejado. Como los que invocan espíritus invocan espíritus invoco A mí mismo y no encuentro nada. Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta. Veo las tiendas, veo los paseos, veo los autos que pasan, Veo los entes vivos vestidos que se cruzan, Veo los canes que también existen, Y todo esto me pesa como una condena al exilio, Y todo esto es extranjero, como todo.) Viví, estudié, amé y hasta creí, Y hoy no hay mendigo que yo no envidie solo por no ser yo. Miro a cada uno de los andrajos y las llagas y la mentira, Y pienso: tal vez nunca vivieras ni estudiaras ni amases ni creyeras (Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso); Tal vez hallas existido apenas, como un lagarto a quien cortan el rabo Y que es rabo para abajo del lagarto remezcládamente Hice de mí lo que supe Y lo que podía hacer de mí no lo hice. El dominó(**) que vestí era yerrado. Conociéronme después por quien no era y no desmentí, y me perdí. Cuando quise sacar la máscara, Estaba pegada a la cara. Cuando la saqué y me vi al espejo, Ya había envejecido. Estaba ebrio, ya no sabía vestir el dominó que no había sacado. Dejé fuera la máscara y dormi en el bestiario Como un perro tolerado por la gerencia Por ser inofensivo Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime. Esencia musical de mis versos inútiles, Quien me diera encontrarme como cosa que yo hiciera, Y no quedase siempre delante de la Tabaquería de delante, Tacoñando a los pies la consciencia de estar exisitendo, Como un tapete en que un borracho tropieza O un felpudo que los gitanos robaron y no valia nada. Mas el Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y se quedó en la puerta. Lo miró con el desconforto de la cabeza mal girada Y con el desconforto de la alma mal-entendiendo. Él morirá o yo moriré. Él dejará la pizarra, yo dejaré los versos. A cierta altura morirá la pizarra también, los versos también. Después de cierta altura morirá la calle donde estuvo la pizarra, Y la lengua en que fueran escritos los versos. Morirá después el planeta girante en que todo esto se dio. En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente Continuará hacienco cosas como versos y viviendo por bajo de cosas como pizarras, Siempre una cosa de frente de la otra, Siempre una cosa tan inútil como la otra, Siempre el imposible tan estúpido como el real, Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de miterio de la superficie, Siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra. Mas un hombre entró en la Tabaquería (para comprar tabaco?) Y la realidad plausible cae de repente encima de mí. Me semiergo enérgico, convencido, humano, Y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo contrario. Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos Y saboreo en el cigarro la libertación de todos los pensamientos. Sigo el humo como una ruta propia, Y gozo, en un momento sensitivo y competente, La libertación de todas las especulaciones Y la consciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar mal dispuesto. Después me dejo para atrás en la silla Y continúo fumando. Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando. (Si yo me casara con la hija de mi lavandera Tal vez fuera feliz.) Visto eso, me levanto de la silla. Voy a la ventana. El hombre salió de la Tabaquería (metiendo cambio en el bolsillo de las calzas?) Ah, lo conozco, es Estevez sin metafísica. (El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.) Como por un instinto divino Estevez se dio vuelta y me vio. Me señó adiós, le grité Adios Oh Estevez!, y el universo Se me renconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la Tabaquería sonrió.

Álvaro de Campos 15-1-1928

ya era tarde.

Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde.

COMALA

Quiso levantar su mano para aclarar la imagen; pero sus piernas la retuvieron como si
fuera de piedra. Quiso levantar la otra mano y fue cayendo despacio, de lado, hasta
quedar apoyada en el suelo como una muleta deteniendo su hombro deshuesado.
«Ésta es mi muerte», dijo.
El sol se fue volteando sobre las cosas y les devolvió su forma. La tierra en ruinas
estaba frente a él, vacía. El calor caldeaba su cuerpo. Sus ojos apenas se movían;
saltaban de un recuerdo a otro, desdibujando el presente. De pronto su corazón se
detenía y parecía como si también se detuviera el tiempo y el aire de la vida.
«Con tal de que no sea una nueva noche» , pensaba él.
Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De
encerrarse con sus fantasmas. De eso tenía miedo.
«Sé que dentro de pocas horas vendrá Abundio con sus manos ensangrentadas a
pedirme la ayuda que le negué. Y yo no tendré manos para taparme los ojos y no verlo.
Tendré que oírlo, hasta que su voz se apague con el día, hasta que se le muera su voz.»
Sintió que unas manos le tocaban los hombros y enderezó el cuerpo, endureciéndolo.
-Soy yo, don Pedro -dijo Damiana-. ¿No quiere que le traiga su almuerzo?
Pedro Páramo respondió:
-Voy para allá. Ya voy.
Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de
unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un
golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.

Vine a Comala

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.
Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté
sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de
prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de
este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa
sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a
mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca
me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de
sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo
alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi
madre. Por eso vine a Comala.