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martes, 25 de agosto de 2009

Sobre Fernando Pessoa
By José Saramago
Era un hombre que sabía idiomas y hacía versos. Se ganó el pan y el vino poniendo palabras en el lugar de palabras, hizo versos como los versos se hacen, como si fuese la primera vez. Comenzó llamándose Fernando, persona como todo el mundo. Um día tuvo la ocurrencia de anunciar la aparición inminente de un súper-Camões, un Camoes mucho más grande que el antiguo, pero, siendo una persona conocidamente discreta, que solía andar por los Douradores con gabardina clara, corbata de lazo y sombrero sin plumas, no dijo que el súper-Camões era él mismo. A fin de cuentas, un súper-Camões no es nada más que un camões mayor, y él estaba reservado para ser Fernando Pessoas, fenómeno nunca antes visto en Portugal. Naturalmente, su vida estaba construida de días, y de los días sabemos que aun siendo iguales no se repiten, por eso no sorprende que en uno de ellos, al pasar Fernando ante un espejo, viera en él, de refilón, a otra persona. Pensó que había sido una ilusión óptica más, de las que siempre van sucediendo sin que les prestemos atención, o que la última copa de aguardiente le sentó mal en el hígado y en la cabeza, pero, con cautela, dio un paso atrás para confirmar si, como dice la voz popular, los espejos no se equivocan cuando muestran. Por lo menos este se había equivocado: un hombre le miraba desde dentro del espejo, y ese hombre no era Fernando Pessoa. Era incluso un poco más bajo, tenía la cara tirando para lo moreno, toda bien afeitada. Con un movimiento inconsciente, Fernando se llevó la mano al labio superior, después respiró hondo con infantil alivio, el bigote estaba ahí. Muchas cosas se pueden esperar de las figuras que aparecen en los espejos, menos que hablen. Y porque estos, Fernando y la imagen que no era la suya, no iban a quedarse allí eternamente mirándose, Fernando Pessoa dijo: “Me llamo Ricardo Reis”. El otro sonrió, asintió con la cabeza y desapareció. Durante un momento, el espejo se quedó vacío, desnudo, pero enseguida otra imagen surgió, la de un hombre delgado, pálido, con aspecto de quien no va a tener mucha vida para vivir. A Fernando le pareció que este debería haber sido el primero, pero no hizo ningún comentario, solo dijo: “Me llamo Alberto Caeiro”. El otro no sonrió, gesticuló apenas, de forma casi imperceptible, concordando, y se fue. Fernando Pessoa se quedó esperando, había oído decir que no hay dos sin tres. La tercera figura tardó unos segundos, era un hombre de esos que exhiben salud para dar y vender, con ese aire inconfundible de ingeniero diplomado en Inglaterra. Fernando dijo: “Me llamo Álvaro de Campos”, pero esta vez no esperó que la imagen desapareciera del espejo, se apartó él, probablemente estaba cansado de haber sido tantos en tan poco tiempo. Esa noche, entrada la madrugada, Fernando Pessoa se despertó pensando si el tal Álvaro de Campos se habría quedado en el espejo. Se levantó, y lo que estaba allí era su propia cara. Dijo entonces: “Me llamo Bernardo Soares”, y regresó a la cama. Fue después de estos nombres y de algunos más cuando Fernando creyó que era hora de ser también él ridículo y escribió las cartas de amor más ridículas del mundo. Cuando iba ya muy adelantado en los trabajos de traducción y de poesía, murió. Los amigos le decían que tenía un gran futuro por delante, pero parece que no se lo creyó, tanto es así que decidió morir injustamente en la flor de la edad, a los 47 anos, imagínense. Un momento antes de acabar pidió que le acercaran las gafas: “Dadme las gafas” fueron sus últimas y formales palabras. Hasta hoy nunca nadie se ha interesado en saber para que las querría, así se ignoran o desprecian las últimas voluntades de los moribundos, pero parece bastante pausible que su intención fuera mirarse en un espejo para saber quién era el que finalmente ahí estaba. No le dio tiempo la parca. Es más, ni espejo había en la habitación. Este Fernando Pessoa nunca llegó a tener verdaderamente la certeza de quien era, aunque esa duda hace que nosotros vayamos consiguiendo saber un poco más quienes somos.
Nota de Damasceno Monteiro
Hoy 25 de agosto de 2009, entre en una librería como es mi costumbre y vi. un nuevo libro de Saramago. Yo leí la mayoría de sus novelas, recuerdo en una visita suya a Buenos Aires, en esta misma librería (El Ateneo) el firmo libros. Yo hice la cola en la vereda para entrar y afuera llovía, lo lleve y lo tengo conmigo El año de la Muerte de Ricardo Reis. Sus cuadernos de Lanzarote me habían gustado mucho y ahora acabo de comprar El cuaderno, textos escritos para su blog- y recordando aquella noche de lluvia, yo con Ricardo Reis que empieza con su llegada en la lluvia de Lisboa y al irse también la lluvia y el mar,
copio su comentario de Pessoa. Gracias Don José.

LA CUAJADA DE LA MARTONA

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sábado, 8 de agosto de 2009

Lisbon revisited 1923

viernes 19 de junio de 2009

lisbon revisited 1923

Lisbon Revisited (1923)

Fernando Pessoa ( en una de sus voces. La de Álvaro de Campos)

No: No quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.

¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Sáquenme de aquí la metafísica!
¡No me pregonen sistemas completos, no me enumeren conquistas
De las ciencias (¡de las ciencias, Dos mio, de las ciencias!)
— De las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!

¿Qué mal le hice a todos los dioses?
¡Si tienen la verdad, guárdenla!

Soy un técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho a serlo.
¿Con todo el derecho a serlo, oyeron?
¡No me golpeen, por amor de Dios!

¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto,
o lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría, a todos, a voluntad.
Así, como soy, ¡tengan paciencia! ¡Váyanse al diablo sin mí,
O déjenme ir solo al diablo! ¿Para qué tenemos que ir juntos?
¡No me tomen del brazo!
No gusto que me tomen del brazo. Quiero ser solo.
¡Ya dije que soy solo!
Ah, qué trampa quieren que yo sea de la compañía!

¡Oh cielo azul — el mismo de mi infancia —
Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh apacible Tejo ancestral y mudo,

Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh dolor revisitado, Lisboa de otrora de hoy!
Nada me dais, nada me sacais,
nada sois que yo me sienta.
¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo...
¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio
quiero estar solo!

8 de Fevereiro de 1923

Publicado por damasceno en 12:02:00 PM

¿Cuándo pasará esta noche interior, el universo y yo? ALVARO DE CAMPOS

¿Cuándo pasará esta noche interior, el universo,
y yo, el alma mía, tendré mi día?
¿Cuándo despertaré de estar despierto?
No sé. El sol brilla alto,
imposible de mirar.
Frío pestañean las estrellas,
imposibles de contar.
Ajeno pulsa el corazón,
imposible de escuchar.
¿Cuándo pasará este drama sin teatro
o este teatro sin drama
y me acogeré a casa?
¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Gato que me miras con ojos de vida, ¿qué tienes allá en lo hondo?
¡A aquél! ¡A aquél!
Y aquél mandará como Josué que pare el sol, y yo despertaré;
y entonces será día.
Sonríe mientras duermes, alma mía.
Sonríe, alma mía, ¡será día!

jueves, 6 de agosto de 2009

seguimos con Hugo

La redacion dolorida, resentida, somos hombres grandes y muchas veces hemos perdido el rumbro y leyendo esto de que Hugo, contemporaneo nuestro, este en un asilo hace aparecer el fantasma del miedo y el dolor, hemos perdido muchos de nosotros (yo 74 años)) nuestro lugar y no hemos sabido ubicarnos en nuestros nuevos lugares, no todos sabemos envejecer, como dijo Ling Yu tan , envejecer graciosamente. Hemos de tener este fin de semana una reunion y veremos que podemos hacer con el amigo. Creo que lo mejor seria que se liara con nosotros en este blog. Dios nos permita aceptar lo que no podemos cambiar y valor para intentar lo que si podemos.
Damasceno Monteiro

nota
hace un tiempo para el dia del periodista del año pasado se nos ocurrio poner esta nota que tambien tenia algunos años y no sabiamos nada de la situacion real de Hugo. y lo que hacia en el momento que se describe nos parecia formidable y como siempre admiramos su imaginacion.




domingo 8 de junio de 2008

AYER FUE EL DIA DEL PERIODISTA, HOLA HUGO!!!


Hugo Guerrero Marthineitz22.04.2007 Clarin.comEspectáculosEL AGUDOHugo Guerrero Marthineitz: "Pienso... pero no sé siexisto"
A los 83 años, el hombre que revolucionó la radio da charlas adomicilio. Cobra lo que puede darle el anfitrión. Llegaron a pagarle 500 pesos."Hacía un año que no veía tanta plata junta."Hernán Firpo
La nota se acuerda vía e-mail:hugogmarthineitz@yahoo.com.ar Su inquietud orientada hacia mí aumenta mi microscópica egolatría e incrementará mis locucionismos a domicilio. Al rato (ya por teléfono): "Voy por las casas —dice la Voz— y hablo de lo que tú desees". ¿Será verdad o será la manera elegante que HGM encontró para contarnos que necesita trabajar? Su arito, la labia torrencial y los 83 años mejor llevados en la historia de la humanidad están al otro lado de la mesa. El tema sigue siendo su (sub)ocupación. Y lo cuenta como le gusta, porque en esa bocata las ideas son relatos siempre parabólicos. Un rodeo y otro, como si fuera mejor ir por la colectora. La entrevista se hizo dos veces. No en dos partes. Dos veces, un recorrido circular por las mismas preguntas para obtener respuestas, nada menos. "El atractivo de las ciudades es la ingratitud de la gente. No somos civilizados, somos humanos." Más tarde lo traducirá: "¿Sabes lo que es golpear todas las puertas y que no se abra ninguna?" Dirá que parte de su familia lo ayuda con los gastos de la prepaga. Y dirá: "Cuando a uno le agarra delgadez espiritual, el golpe de lo cotidiano se presenta cruel. (...) Se me ocurrió esto de ir a domicilio y de pronto me pagaron 500 pesos. ¡500 pesos! Hacía un año que no veía toda esa plata junta.¿Es lo que cobra?No tengo precio ni tema. Lo que se le antoje al anfitrión. Pero este momento es el mejor momento de mi vida: hablar directamente con un ser humano es valioso.Suena a cierta satisfacción masoquista por la supervivencia.Borges tuvo que luchar, Cortázar lo mismo. La felicidad no existe... Hay que sobrevivir... ¿Vos no comprarías un CD con uno o dos cuentos leídos por mí?Que haya mejorado el promedio de vida tiene contras: no es justo que a su edad uno tenga que seguir haciendo planes, ¿no es cierto?¿Por qué no? Cuando uno cree que debe recibir respuestas de los poderosos para luchar por la vida no va a tener otra que luchar por la vida. Se nace para morir. Y un día le va a tocar a usted, y en los medios escribirán: "Se fue el hombre que revolucionó la radiofonía."Lo único que hice fue nacer y crecer en el Perú con nuestras costumbres. ¡¿Pero qué se ha creído éste?! Y en el micrófono se lo dices al general que te va a mandar preso... En la Argentina nos borramos. El temor es a perder el automóvil y el departamentito... ¡¿Negro pelotudo quién te ha dicho que tenés que tener departamento y auto?! A mí todos los gobiernos me levantaron, todos. La Argentina no supo de democracias. Una democracia se debe cultivar, no aparece de la noche a la mañana.Nunca tuvimos tantos años seguidos de democracia.La Argentina tiene democracia, pero nunca hubo aspiración democrática en ninguno de los gobiernos que tuvieron la oportunidad de hacerlo. Al argentino lo caracteriza la desunión. Son años de ineptitud.¿Y por qué no se fue?Por un par de tetas... Por varios, aj, aj, aj (porque esta risa no es ja-ja-ja). Mira: yo no vine a la Argentina a vivir de la Argentina, sino a vivir en la Argentina. Y nunca me fue bien. Al menos económicamente, leí que en una época llegó a ganar 20 mil dólares por mes...Y renuncié dos veces a esa plata. ¿Por qué no dices que en los años de Alfonsín llegué a trabajar gratis?Cuando usted hacía "A solas", la gente se quedaba hasta tarde viendo esa clase de entrevistas intimistas. Años más tarde, el público se desveló con Tinelli. ¿Qué cambió en el público?Yo no podría decir que cambió el público. Cambian los tiempos, el modo de consumo se globaliza y tú no puedes quedarte reflexionando sobre los medios... Los medios que, encima, son una constante exaltación a la juventud. ¿Se siente viejo?No creo en nada de eso que estás diciendo. Creo en la evolución constante. Si sigues creyendo que las cosas tienen que ser como hace 30 años, fracasas.¿Entonces, el público evolucionó?¡Eso! ¡Perfecto! El pueblo no es imbécil. Si no marchas al ritmo de los cambios, te quedas.Insisto, ¿no está hablando de su propia experiencia?Yo no soy una empresa. Soy un individuo que piensa... pero ojo, no sé si existo. ¿Le gustan las entrevistas que hace Majul?No hablo de eso con los periodistas. ¡¿De Majul no habla?!Mira, te cuento una historia: cuando me levantaron un programa por no tener el carné de locutor, después de estar 20 años en la Argentina, le propuse a las autoridades hacer el examen con los corresponsales extranjeros presentes. Se olvidaron de todo.Sí, lo leí haciendo archivo. Lo contó, mínimo, en cuatro o cinco notas. Ya, puta... Lo sabías. ¿Le gusta o no le gusta Majul?¡Al carajo! (la frase llega con otra de esas sonrisas taimadas, conocidas).Ahora que está afuera de los grandes medios, ¿cree que hizo escuela?No estoy afuera porque nunca estuve adentro.Eso es NaroskyNarosky saca cosas de por ahí...Usted tiene una frase: "Nunca aceptes un trabajo cuyo jefe sepa menos que tú". Eso lo vuelve insufrible, puede ser uno de los motivos por lo que se le cierran las puertas..A mí no se me cierran puertas.Hugo, empezamos la charla hablando de eso... Dele, ábranos su corazón.Esta bien, padre, jiji, aj aj. (y por fin llega el silencio. Uno de esos silencios insuperables. Contamos: uno, dos, tres... llegamos a 35).La última al disc-jockey que fue en los comienzos de su carrera. ¿Qué opina de los Babasónicos?Mira —mete la mano en su cartera, saca un CD y lo muestra—. Esto es lo último que me compré. Recién, antes de venir a la entrevista.¿Así que le gusta Christina Aguilera?Por ahora me gusta la foto...-
Publicado por damasceno en 6:46:00 AM
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OLVIDO Y DOLOR LOS VIEJOS QUEDAMOS A SOLAS

Hugo Guerrero Marthineitz vive en un asilo del gobierno

marthineitzhugoEl periodista que fue líder de opinión, fue desalojado de su casa por deudas que no pudo pagar, y hoy subsiste gracias a la caridad estatal en un hogar para ancianos. Hugo Guerrero Marthineitz fue uno de los más exitosos conductores de Radio y televisión de la década del 80, un revolucionario con mucha personalidad que supo ganarse el cariño de una generación que lo adoptó como un verdadero lider de opinión.

Pero el tiempo pasó y Marthineitz fue quedando en el olvido. Durante los años 90, el locutor confesó, con dolor, que el medio había sido ingrato con él y que ante la imposibilidad de conseguir trabajo contaba sólo con dos pesos diarios para comer. Durante muchos años tuvo que alimentarse con una lata de atún por día. Con algo de ingenio logró subsistir en base a su trabajo algunos meses más. Marthineitz dio clases de Radio a domicilio a la gorra. Hoy, a los 85 años, el locutor se quedó sin techo, habría sido desalojado de su casa por las deudas. Sin una moneda para poder afrontar el costo de un cuarto de hotel, Marthineitz habría tenido que apelar a la solidaridad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que le habría dado techo y comida en un asilo de ancianos.

sábado, 1 de agosto de 2009

la trompeta de MILES DAVIS

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La trompeta de Miles Davis
REPORTAJE: HOTELES CON FANTASMAS... La Louisiane (París)
MANUEL VICENT 02/08/2009
Era aquel París en primavera de los años sesenta, en el Barrio Latino, cuyas calles a primera hora de la mañana olían a baguette y a cruasán recién horneados, cuando me instalé por primera vez en el hotel La Louisiane, de la rue de Seine, con tal de ocupar la misma habitación en la que habían vivido Juan Paul Sastre y Simone de Beauvoir, Albert Camus, Juliette Gréco...
Era aquel París en primavera de los años sesenta, en el Barrio Latino, cuyas calles recién regadas a primera hora de la mañana olían a baguette y a cruasán recién horneados, cuando me instalé por primera vez en el hotel La Louisiane, de la rue de Seine, llevado por la mitología que daba por buena la austeridad de ese establecimiento con tal de ocupar la misma habitación en la que habían vivido Juan Paul Sastre y Simone de Beauvoir durante años y también Albert Camus, Juliette Gréco y todos los jazzistas norteamericanos del momento. En el ascensor apenas cabían dos personas y era extremadamente complicado acomodarse en ese cajón si coincidías con algún músico que llevara el estuche de su instrumento. En ese renqueante ascensor habían subido muchas veces Charlie Parker y Dizzy Gillespie. A veces conservaba un rastro de perfume denso que había dejado una modelo de Dior en prácticas o aire de alcohol de cualquier bohemio.
El lujo de La Louisianne sólo estaba en su clientela. La recepción consistía en un tabuco de zapatero debajo de la escalera, con un saloncito en un altillo ocupado por una mesa y un viejo tresillo, al que se accedía por unos peldaños de madera que crujían bajo una alfombra raída. En aquel tiempo a algunas habitaciones remozadas se las había incorporado un pequeño aseo con ducha. Las ventanas abiertas a la rue de Seine dejaban entrar en la habitación los sonidos más sutiles de París. A primera hora de la mañana se oía subir los cierres de las tiendas y las ruedas de los carromatos que iban acercando las mercancías, frutas, verduras, carne, pescado, al mercadillo callejero establecido en la esquina. Uno de los privilegios que el dueño ofrecía a sus clientes más considerados era una habitación exterior.
Dentro de su sofisticada cutrez este hotel constituía un privilegio si se tomaba como un apeadero que tenía como salón de desayuno el café de Flore, como comedor la brasserie de Lipp y como patio natural los jardines de Luxemburgo. Era lo que hacían los clientes avezados. No había placer más grande en este mundo que tener veintitantos años, abrir la ventana de la habitación de La Louisiane, respirar el abril de París envuelto en un sabor a ostras que subía desde el mercadillo junto con los gritos de los verduleros, ducharse, bajar en el ascensor en compañía, tal vez, de una modelo de piernas larguísimas o de un músico o de un profesor alemán o con el escritor egipcio Albert Cossery, que vivió allí durante 40 años, saludar al vietnamita que atendía el telefonillo, atravesar los puestos llenos de frutas y llegar al boulevard de Saint Germain para acceder al café de Flore o a Les deux Magots y pedir de desayuno un café doble, un cruasán o una baguette con mantequilla y comprobar que en la mesa de al lado estaba Alberto Moravia, seco y adusto como un leño, dejándose seducir por una jovencita. Dilatarse hasta media mañana con la lectura del periódico y explorar el Barrio Latino hasta recalar en la place de Saint Michel era el rito.
La primera vez que entré en el hotel La Louisiane había un cartel clavado con chinchetas en una pared sin ninguna pretensión con las 100 caras de los artistas más famosos que vivieron en París durante la época de entreguerras. Muchos se habían hospedado en este hotel, Boris Vian, Giacommeti, Jean Genet, pero yo entonces trataba de seguirle los pasos a Sartre y a Albert Camus. Y no me importaba en absoluto que el colchón fuera de lana apelmazada, que los hierros de la cama gimieran con verdaderos alaridos al menor movimiento, que te encontraras por el pasillo gente desnuda que salía o entraba corriendo en otra habitación, que se oyeran gemidos de amor por todas partes, arriba y abajo, a uno y a otro lado del tabique. Lo daba todo por bueno con tal de vivir un tiempo donde habían vivido mis héroes literarios.
Puede que uno de mis momentos de gloria en este mundo haya sido coincidir en el hotel La Louisiane en el ascensor con Miles Davis y en aquel angosto cajón haber respirado el sudor que emanaba su cuerpo. Era casi el mediodía y probablemente él no había dormido esa noche. Recuerdo que tenía las corneas amarillas y resoplaba. Llegó a su planta, interpuso el estuche de la trompeta entre él y yo y se fue sin decirme adiós, sólo okay. Por la rue de Seine, camino del puente de les Arts, habría pasado en bicicleta la maga de Cortázar antes de que llegara a las páginas de Rayuela y tal vez se había detenido en La Palette a tomar un capuchino.
Siempre que he recomendado este hotel a algún amigo o amiga, no he quedado bien. Para vivir en esta incomodidad con agrado hay que estar imbuido por una serie de fantasmas demasiado literarios: la pipa de Sartre, la trinchera blanca de Camus, la voz oscura de Juliette Gréco. Por mi parte he seguido siendo fiel a La Louisianne de París cuando he ido acompañado de alguien que supiera apreciar el lujo que no se ve.
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

UNO Y EL UNIVERSO

Uno y uno
Tango
1929
Música: Julio Pollero
Letra: Lorenzo Juan Traverso


Hace rato que te juno que sos un gil a la gurda,
pretencioso cuando curda,engrupido y charlatán.
Se te dio vuelta la taba,hoy andás hecho un andrajo;
has descendido tan bajo que ni bolilla te dan.

¿Qué quedó de aquel jailefeque en el juego
del amor decía siempre: "Mucha efeme tengo pa' tayador"?
¿Dónde están aquellos briyos y de vento aquel paco
y,que disqueabas, poligriyo,con las minas del convoy?

¿Y esos jetras tan costosos,funyi y tarros de un color,
que de puro espamentosolos tenías al por mayor?
¿Y esas grelas que engrupidote tenían con su amor?¿

No manyás que vos has sido un mishé de lo mejor?

Se acabaron esos saques de cincuenta ganadores;
ya no hay tarros de colores ni almuerzos en el Julien.

Ya no hay paddock en las carreras,
y hoy, si no te ve ninguno,te acoplás con uno y uno...
¡Qué distinto era tu tren!