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domingo, 13 de julio de 2008

LA CODORNIZ:

LA CODORNIZ:
ÁLVARO DE LAIGLESIA (1922-1981)
De Álvaro de Laiglesia (1922 - 1981),

se dice que, a pesar de haber vendido centenares de miles de libros editados por Planeta, es un periodista y escritor humorístico hoy casi olvidado. Cierto. Pero añadimos por nuestra parte que es también uno de los clásicos del humor español del siglo XX, como lo son Ramón Gómez de la Serna, Enrique Jardiel Poncela, Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba y Noel Clarasó, compañeros suyos condenados igualmente, en mayor o menor grado, a la desaparición de su memoria por una única causa: la desinformación cultural española en lo que al más elevado de los géneros literarios se refiere.
Fue bautizado con los nombres de Álvaro María Eugenio Alejandro Sebastián, y debió disfrutar de un ambiente familiar culto y de posición desahogada, pues sus progenitores poseían un chalé ("Villa Sorolla") en el Monte Igueldo de San Sebastián, donde pasaban los veranos. Su padre había compartido tiradas de pichón con el rey Alfonso XIII y su abuelo fue fundador del Banco Español de Crédito y gobernador del Hipotecario.
La familia, instalada en Madrid, debió pasar estrecheces económicas pues la primera infancia de nuestro autor transcurrió en medio de una serie de cambios de domicilio, cada vez a peor: Hermanos Bécquer, Hermosilla, Marqués del Riscal, Castellana, Miguel Ángel, Velázquez y Chamartín. Estudió en el elegante colegio del Pilar, pero sólo consiguió aprobar el ingreso y los dos primeros cursos de bachillerato. Sus padres lo matricularon entonces en la Academia Goya, donde aprobaría hasta el cuarto de bachiller.
Entonces estalló la guerra civil. Los vientos de guerra que soplaban en el verano del 36 impulsaron a su familia a dejar Madrid. Se organizaron dos expediciones: la primera, compuesta por él, su madre y sus dos hermanas, salió de la capital de España el 14 de julio; la segunda, con el padre y sus dos hermanos mayores, tenía previsto hacerlo ocho días después, pero ya le resultó imposible.
La familia, así, quedó rota. En San Sebastián conocían a Manuel Halcón, que lo presentó al Secretario Nacional de Prensa y Propaganda y este le impulsó a colaborar en Fotos, haciéndolo a continuación en otras revistas como San Sebastián, Flecha y Unidad. Atraído por la poesía política escribió encendidos versos firmados como "El Condestable Azul", que aparecerían en Flechas y Pelayos, semanario infantil donde llegó a subdirector a la edad de quince años. Con el fin de que se independizara económicamente los suyos lo emplearon en el Banco de España, pero allí aguantó únicamente cien días.
Fue a parar a La Ametralladora, donde Miguel Mihura lo nombró redactor jefe con dieciséis años, y aquello cambió su vida, convirtiéndole drásticamente al humor. Colaboró también en Domingo y hasta escribió una primera obra teatral que estrenó Isabelita Garcés en 1938.
Cerrada La Ametralladora, y de regreso en Madrid, Víctor de la Serna lo acogió en Informaciones, aunque muy pronto su carácter inquieto, comenzada la II Guerra Mundial, le hizo embarcarse en el "Magallanes", rumbo a La Habana, donde le aguardaba Pepín Rivero, director del Diario de la Marina, que había recibido una carta recomendándole, de Manuel Aznar, abuelo del ex presidente del Gobierno español.
Allí realizaba una columna diaria, a diez pesos semanales. Insatisfecho por el trabajo volvió a Madrid, donde Mihura le ofreció el puesto de redactor jefe de La Codorniz, apoyada por su antiguo benefactor Manuel Halcón, que iba a ser la continuadora de La Ametralladora. Aceptó encantado, aunque su desasosiego le llevó pronto a plantar a Mihura, enrolándose en la División Azul.
Una carrera brillanteDe vuelta a nuestro país, en 1943, recuperó su puesto de redactor jefe en La Codorniz. Y un año más tarde accedió a su dirección tras el abandono de Mihura. Ahí comienza su carrera más brillante, convirtiéndose en el director de medio de comunicación español que más años se mantendrá en el cargo - treinta y tres - hasta ser defenestrado tras una turbia maniobra empresarial.
Durante más de tres décadas Álvaro de Laiglesia capitaneó La Codorniz y la transformó en una leyenda de la prensa nacional. Al mismo tiempo se convirtió en autor de más de cuarenta libros que alcanzaban reediciones continuadas, pronunció conferencias por toda España que provocaban asistencias multitudinarias, intervino en televisión con series sonadas, y fue un personaje tan admirado por el gran público como envidiado por sus colegas.
Tras su destitución de La Codorniz ayudó a su sobrino Juan Carlos de Laiglesia (periodista de la movida madrileña, director de La Luna de Madrid) a establecerse, y planeó presentar batalla a la declinante Codorniz con otro semanario titulado La Nariz, cuya cabecera tenía registrada.
Un repentino infarto sufrido en Manchester, el 1 de agosto, dio al traste con sus proyectos y su vida.
OBRAS PRINCIPALES:
"Un náufrago en la sopa"(1944), "El baúl de los cadáveres"(1948), "La gallina de los huevos d plomo" (1950), "Se prohibe llorar (1953), "Dios le ampare, imbécil (1955), "Todos los ombligos son redondos" (1956), "Más allá de tus narices" (1958), "En el Cielo no hay almejas" (1959), "Los pecados provinciales" (1961), "Yo soy Fulana de Tal" (1963), "Mundo, Demonio y Pescado" (1964), "Fulanita y sus menganos" (1965), "Licencia para incordiar" (1968), "Nene, caca" (1969), "Requiem por una furcia" (1970), "Mejorando lo presente" (1971), "Listo el que lo lea"(1973), "Es usted un mamífero" (1974), "Tierra cachonda" (1977), "Los hijos de Pu" (1979), "Morir con las medias puestas" (1980) y "La Codorniz sin jaula"(1981).
Para el teatro escribió piezas en colaboración


LA CODORNIZ (1941-1978)
Ha sido, sin duda, el semanario de humor de más fama y repercusión del siglo XX. Apareció el 8 de junio de 1941, con un formato de 26 X 35 cm., con 24 páginas impresas la mitad a dos colores, y al precio de venta de 50 céntimos.
Como propietario y director figuraba Miguel Mihura y en sus páginas continuaba el humor vanguardista ya ensayado tres años antes en La Ametralladora por su director y principales colaboradores (Tono, Neville, Herreros, Álvaro de Laiglesia) que también lo eran de la nueva publicación.
Durante una primera época (1941-1944), su humorismo innovador, surrealista, absurdo y desconcertante provocó irritación y entusiasmo irreprimible por partes iguales. Otras firmas en sus páginas fueron Wenceslao Fernández Flórez, José López Rubio, Jacinto Miquelarena, Enrique Jardiel Poncela y Ramón Gómez de la Serna entre los escritores, y Galindo y Picó entre los dibujantes, mientras Conchita Montes creaba un pasatiempo inmortal: el Damero Maldito.
La época de Álvaro de LaiglesiaEl mes de marzo de 1944 Mihura, de notable indolencia, aburrido y cansado por el trabajo agotador a que se veía sometido al no admitir a otros escritores y dibujantes que coincidieran con su concepto de los humorístico y tener la obligación de rellenar personalmente muchas páginas, vendió la propiedad de la revista a una sociedad anónima participada por el Conde de Godó, Juan José Pradera y Manuel Pombo Angulo, ascendiendo a la dirección a su redactor jefe, Álvaro de Laiglesia.
Con él, a se inició la etapa más fecunda de la publicación. Aumentó su tamaño a 28 X 38 cm., nombró su segundo a Fernando Perdiguero (que provenía de Gutiérrez, y era tan genial como modesto), incorporó un nuevo plantel de dibujantes integrado por Nácher, Goñi, Mingote, Gila, Tilu, Chumy Chúmez, aumentó el equipo de escritores dando entrada a Rafael Azcona, Ángel Palomino, Rafael Castellano, Evaristo Acevedo, Óscar Pin, Alfonso Sánchez y la Baronesa Alberta, y fue creando secciones de enorme impacto: La Crítica de la Vida, La Cárcel y la Comisaría de Papel, ¿Está Vd. seguro?, Tiemble Después de Haber Reído, etcétera, mientras Perdiguero le secundaba con las parodias de los periódicos famosos, El Diario Semanal y el Papelín General.
La Codorniz, que había tenido tiradas de 35.000 ejemplares con Mihura, se estabilizó en los 80.000 semanales, mientras que los extraordinarios mensuales llegaron a superar los 250.000. En una oleada posterior se incorporaron como firmas principales las de los articulistas Remedios Orad, Víctor Vadorrey, Gonzalo Vivas, Jorge Llopis, Juan Chorot, Bardaxí, José Luis Coll, Pgarcía y Julio Penedo mientras que la plantilla de dibujantes se ampliaba con Munoa, Máximo, Cebrián, Serafín, Kalikatres, Dátile, Pablo, Mena, Eduardo y Madrigal.
Lo compacto del equipo que siempre andaba ensayando nuevas fórmulas, la arrolladora personalidad periodística y pública de su director y la firme mano de Perdiguero en la sombra, dieron a la revista una estabilidad en el éxito que había de prolongarse hasta la muerte de éste, acaecida en 1970.
La decadencia de La CodornizEn los años posteriores se inició un declive que se iría haciendo cada vez mas agudo, demostrando que el verdadero artífice de la revista había sido el espíritu de Fernando Perdiguero. Bastantes de las mejores firmas de La Codorniz emigraron a otras revistas competidoras, las que permanecían y las nuevas no fueron capaces de suplir sus ausencias (Ecorfe, Eduardo Mallorquí, Blaki, Casiopea, Chicote, Strómboli y alguno más entre los literatos, y Cabañas, Gayo, Sir Cámara, Manuel, Ferrero, Carlos, Edu, Velasco, etcétera, entre los gráficos) y el recurso al aumento a veinticuatro páginas y la cuatricomía resultó material pero no intelectual.
En 1977, después de treinta y tres años al frente de La Codorniz, Álvaro de Laiglesia fue cesado como director, sustituyéndole nominalmente Miguel Ángel Flores aunque el responsable real era Manuel Summers en compañía de Chumy Chúmez, que regresaban tras el cierre de Hermano Lobo. Del extinto semanario incorporaron a Manuel Vicent, Emilio de la Cruz Aguilar (el famoso "McMacarra"), y alguno más entre los que se contaba el caricaturista Palacios. Su fórmula a base de destape y descaro nada tenía que ver con lo que antaño fuera el universo codornicesco.
Los lectores le volvieron la espalda con más energía si cabe, de modo que la revista interrumpió su salida el 29 de enero de 1978. Volvió a los kioscos el 19 de marzo de ese mismo año, ahora con Fermín Vílchez como director, aunque sus animadores eran Cándido y Máximo desde un discreto segundo término. Adoptó el formato de periódico, trató de parecerse al célebre Canard enchainé francés, llamó a los dibujantes Martinmorales, El Cubri y Saltés como refuerzo del equipo, e incorporó a periodistas de la talla de Víctor Martínez Reviriego, Felipe Mellizo, Raúl del Pozo, Ángel Sánchez Harguindey y Pilar Trenas, y al cantante Ramoncín.
Tras la muerte de Vílchez se encargó de la dirección Carlos Luís Álvarez "Cándido", aunque como él mismo habría de confesar en diferentes ocasiones, la nueva pauta aún resultó menos eficaz que la anterior y lo único que le cupo fue proceder a su entierro definitivo. La Codorniz, abandonada por sus lectores, dejó de publicarse el 11 de diciembre de 1978. En total editó 1898 números. La crítica del momento atribuyó al declive y desaparición de la revista a su falta de adaptación al cambio de la sociedad de su tiempo.
Los motivos de su desapariciónCon la actual perspectiva, el resultado del análisis es otro: La Codorniz tuvo un talante definido y originalísimo con Miguel Mihura, que no aceptó a otros colaboradores que aquellos que seguían una línea humorística original y vanguardista, llenando con su multiplicidad personal los huecos precisos antes que dejarlos en manos ineptas; Fernando Perdiguero mantuvo esa mentalidad electiva hasta el fin de sus días, mientras hacía evolucionar el humor hacia niveles más cotidianos aunque sin perder un carácter de absurdo inteligente y experimentador.
Al mismo tiempo, como Mihura, se negaba a dar ingreso a quien no era capaz de sentirlo y transcribirlo: basten, para ejemplificar la severidad electiva de ambos periodistas, los casos de Camilo José Cela, que fue dado de baja entre los colaboradores por su divergencia con el humorismo que deseaban sus mentores, o el de Francisco Umbral, que vio rechazado su ingreso en el semanario.
Tras la desaparición de Perdiguero se relajó tan severa disciplina intelectual, se abrieron las puertas a las mil interpretaciones individualizadas y carentes de orientación unívoca de las nuevas firmas y el proyecto se vino abajo. La Codorniz tal vez continuara hoy en día una labor de ingenio sagaz y progresista, posiblemente circunscrito a sectores de elite y culto pero no por ello menos eficaz; sin embargo en su momento no se supo dar con el profesional adecuado que le confiriese la orientación pertinente, de modo que ha dejado un vacío hasta la fecha irrellenado.