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miércoles, 22 de diciembre de 2010

dialogo de mostrador en el Oeste

de PASION DE LOS FUERTES (my darling Clementin)
de John Ford


Wyatt Earp: (Henry Fonda)
Mac, you ever been in love?

Mac:
No, I've been a bartender all me life.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

ideas que matan, las ideas no se matan.

"La última vez que estuve dentro de una mujer fue cuando visité la estatua de la Libertad".
Woody Allen - Delitos y pecados

FUNDIDO FINAL

"Si Ángela, te entregaré. Lo más probable es que te caiga la perpetua, lo que significa que si eres buena chica saldrás dentro de veinte años. Te estaré esperando. Y si te ahorcan, siempre te recordaré."

Bogart en "El halcón maltés"

viernes, 26 de noviembre de 2010

Ella Fitzgerald - I Gotta Right to Sing the Blues

Nun je dà retta Roma - Gigi Proietti - Pictures of Rome

TODAS LAS CARTAS DE AMOR SON RIDICULAS

Todas las cartas de amor son ridículas
Fernando Pessoa, llamado Álvaro de Campos
Em português
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
Quién me diera en el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).




domingo, 31 de octubre de 2010

Festival de Teatro en Polonia - Gombrowicz

o
Noticias del Festival de Teatro en Polonia

Witold Gombrowicz

el amigo Manuel Bello en el elenco de este triunfo del Teatro Argentino.
gracias, Damasceno Monteiro
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miércoles, 20 de octubre de 2010

Elogio de la sombra 

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) 
puede ser el tiempo de nuestra dicha. 
El animal ha muerto o casi ha muerto. 
Quedan el hombre y su alma. 
Vivo entre formas luminosas y vagas 
que no son aún la tiniebla. 
Buenos Aires, 
que antes se desgarraba en arrabales 
hacia la llanura incesante, 
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro, 
las borrosas calles del Once 
y las precarias casas viejas 
que aún llamamos el Sur. 
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas; 
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar; 
el tiempo ha sido mi Demócrito. 
Esta penumbra es lenta y no duele; 
fluye por un manso declive 
y se parece a la eternidad. 
Mis amigos no tienen cara, 
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años, 
las esquinas pueden ser otras, 
no hay letras en las páginas de los libros. 
Todo esto debería atemorizarme, 
pero es una dulzura, un regreso. 
De las generaciones de los textos que hay en la tierra 
sólo habré leído unos pocos, 
los que sigo leyendo en la memoria, 
leyendo y transformando. 
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte, 
convergen los caminos que me han traído 
a mi secreto centro. 
Esos caminos fueron ecos y pasos, 
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones, 
días y noches, 
entresueños y sueños, 
cada ínfimo instante del ayer 
y de los ayeres del mundo, 
la firme espada del danés y la luna del persa, 
los actos de los muertos, 
el compartido amor, las palabras, 
Emerson y la nieve y tantas cosas. 
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro, 
a mi álgebra y mi clave, 
a mi espejo. 
Pronto sabré quién soy.
 

JORGE LUIS BORGES

jueves, 23 de septiembre de 2010

la vida es un carnaval

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ELLOS LO SABIAN

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87 PRIMAVERAS Y 1,50 DE PURO AMOR : Interzone

DAMASCENO MONTEIRO te ha enviado un enlace a un blog:

me recuerda a mi abuela Remedios en la Rua Viedma de Buenos Aires. Ahora yo aqui soy el abuelo Feliz. Que bonito cantaba mi abuelita Remedios.

Blog: 87 PRIMAVERAS Y 1,50 DE PURO AMOR
Entrada: Interzone
Enlace: http://miabuelarocker.blogspot.com/2010/06/jh.html

--
Asistido por Blogger
http://www.blogger.com/

lunes, 13 de septiembre de 2010

El toque de Cappa: Triunfo y Progreso

El toque de Cappa: Triunfo y Progreso: "Me causa gracia cuando escucho o leo por ahi que River le ganó bien a un laberíntico y complicadísimo rival como Arsenal, pero no brilló. Es..."

sábado, 11 de septiembre de 2010

Witold Gombrowicz

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nunca ha habido otro comienzo que este de ahora,

nunca ha habido otro comienzo que este de ahora,


Yo no hablo del comienzo y del fin
Nunca ha habido otro comienzo que éste de ahora
Ni más juventud que èsta
Ni más vejez que esta
Y nunca habra mas perfección que la que tenemos
Ni mas cielo ni mas infierno que este de ahora,

WALT WHITMAN
Canto a mi mismo

Publicado por damasceno en 11

Ayer un Juramento, Mañana una Traicion

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Historia de una traicion

MAS PESSOA


EL POETA ES UN FINGIDOR

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge ser dolor
El dolor que en verdad siente.
Y quienes leen lo que escribe
En el dolor leído sienten
No los dos que el poeta vive
Mas sólo aquél que no tienen.
Y así por las vías rueda
Y entretiene a la razón
El tren girando con cuerda
Que se llama corazón

TABAQUERIA de FERNANDO PESSOA

Fernando Pessoa
Tabaquería
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

 

sábado, 28 de agosto de 2010

NAVEA


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Esa mujer se parecía a la palabra nunca

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus
manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.


de GOTÁN de Juan Gelman

DIVAGANDO CON LISBOA



DIVAGANDO POR LA LISBOA DE PESSOA.

Juan Bonilla. __________________________________________________________________________
El día de 1958 que colocaron la lápida conmemorativa en la casa en que nació Fernando Pessoa, en el número 4 del Largo de San Carlo, antes de que la autoridad destinada a ello corriese la cortinilla que descubriera el mármol, justo cuando uno de los allí convocados recordaba al poeta en un discurso, el viento se adelantó al protocolo y con un golpe retiró la cortina y descubrió la lápida.
Seguramente a Fernando Pessoa le hubiera entusiasmado que sucediese precisamente así, y tal vez intuiría en el hecho casual una razón oculta, un significado intrigante, pues no en vano hizo participar al viento en algún poema suyo, por ejemplo, en estos versos de su heterónimo Alberto Caeiro: Hola, guardador de rebaños/ Ahí junto al camino ¿qué te dice el viento al pasar?/ Que es viento y que pasa y que pasó antes/ y que después ha de pasar.Un Viento gélido azota Lisboa en los últimos días de 1996. Las lluvias -que también colaboraron a menudo con Pessoa- han convertido a la capital portuguesa en una sucursal de Venecia. Desde el año 58 a hoy, la ciudad se ha llenado de lápidas que conmemoran al poeta. Son muchas las casas que pueden enorgullecerse ahora de haber albergado en alguno en sus pisos a aquel hombre oscuro que, como esos mendigos a los que después de morir se les descubre una fortuna camuflada en el interior del colchón podrido sobre el que dormían, atesoró en un ya mítico arcón un montón de papeles inéditos que ha terminado por consagrarle como uno de los pocos poetas realmente insustituibles de este siglo, con todo lo que esto significa, es decir, tanto ser leído y memorizado por adolescentes de otros tiempos que quedará maravillados por la intensidad y la rara inteligencia de sus versos, como quedar cautivo por esa ralea de especialistas capaces de convertir la publicación de una simple nota de lavandería en un acontecimiento cultural que arroja luz nueva sobre la personalidad del poeta.Suele pasar. Les ha pasado a Lorca, a Juan Ramón, a Eliot, a Borges. Ya advertía este último, al retratar una compleja tribu en El Informe de Brodie: "Otra costumbre de la tribu son los poetas. A un hombre se le ocurre ordenar seis o siete palabras, por lo general enigmáticas. No puede contenerse y las dice a gritos, de pie, en el centro de un círculo que forman, tendidos en la tierra, los hechiceros y la plebe. Si el poema no excita, no pasa nada; si las palabras del poeta los sobrecoge, todos se apartan de él, en silencio bajo el mandato de un horror sagrado. Sienten que lo ha tocado el espíritu; nadie hablará con él ni lo mirará, ni siquiera su madre. Ya no es un hombre sino un dios y cualquiera puede matarlo". En efecto, cualquiera puede matar al poeta: recuerdo haber visto - aunque no descarto que se tratara de una alucinación- cómo un grupo popfolk masacraba unos versos de Cernuda sustituyendo la música de éstos por unos rasgueos aflamencados de guitarra.Y hoy mismo, qué me decís del anciano Alberti que, a la manera del perro de Pavlov, recita uno de sus poemitas cada vez que le ponen delante una cámara o algún ministro le arroja unas monedas.En la Rua Garret, una anciana ciega y de luto canta fados cada vez que un turista introduce monedad en una de esas cajas negras que en Lisboa llevan los mendigos. Subo por esta calle del Chiado para ver la estatua de de Pessoa en A Brasileira, el mejor café del mundo: el poeta sentado en la terraza del café, fotografiado cientos de veces al día. En la librería Bertrand, techos bajos y abovedados, el escaparate principal está ocupado por ejemplares de una voluminosa fotobiografía de Pessoa, el libro más vendido del mes por encima de las banalidades contemporáneas de Crichton, Forsyth y Stephen King. Estoy a punto de preguntar si con el ejemplar de la fotobiografía regalan un bigotito y unas gafitas a lo Pessoa, pero no me atrevo.Donde sí pueden verse las gafitas de Fernando Pessoa es en una de las vitrinas que en el número 16 de la Rua Coelho da Roche, atesoran algunos objetos personales del poeta junto a las primeras ediciones de los primeros libros que publicara, algún papel suelto y más. En aquel edificio, en el que Pessoa vivió sus últimos 15 años, se ha instalado la casa Fernando Pessoa. Fue inaugurada el 30 de noviembre del año 93 y entre sus principales propósitos se encuentra el de promover y fomentar tanto la obra del poeta como el gusto por la poesía.En la planta baja, se ha habilitado una sala en la que de momento todo son cuadros y obras que tienen al poeta como protagonista. Las hay para todos los gustos: pinturas al óleo y retratos a lápiz, perfiles o composiciones cubistas, caricaturas y bustos.En un pequeño mostrador de la sala se despachan camisetas con la silueta de Fernando Pessoa, graciosas esculturas de escayola de Fernando Pessoa, postales y llaveros de Fernando Pessoa, mecheros (¿me lo estaré inventando?) de Fernando Pessoa. También conservan en esta Casa -cuya austeridad nada tiene que ver con la ampulosidad de por ejemplo la de Juan Ramón Jiménez en Moguer: allí el visitante puede echarse unos minutos en la cama del poeta, y estar tentado -él- de probarse su pijama de rayas o -ella- las preciosas zapatillas con tacones de Zenobia (¿guardará alguno de los cajones de la cómoda preservativos que no llegaron a usar la pareja? ¿usaban preservativos?)- la exigua biblioteca de Fernando Pessoa, aumentada con otras publicaciones poéticas o estrictamente dedicadas al poeta. En le segundo piso está el cuarto donde habitó Pessoa. Se decidió dejarlo vacío para permitir a los visitantes que se lo imaginaran según su sensibilidad. Así pues, una pequeña placa te avisa de que estás pisando el lugar donde residió Pessoa, pero allí no queda nada. Ello no obsta par que se nos muestren los muebles que pertenecieron a Pessoa, en exposición permanente, entre ellos, como no podía ser de otra manera, la famosa cómoda donde Pessoa escribía de pie., donde le asaltaron los demonios de sus heterónimos impulsándole a multiplicarse y cantar los misterios del mundo con tan diversas voces. Un drama em gente, o quizás mejo, un drama en mente. A este respecto los pessoanos de Lisboa siguen discutiendo el reciente libro de Mario Saraiva cobre Pessoa como caso clínico, su distimia cíclica con sintomatológica alternancia de estados de depresión y explayamientos, sus alucinaciones constantes, su astrapefobia -fobia a los relámpagos- y su soledad como rechazo del resto del mundo.Pero la joya de la Casa de Fernando Pessoa es sin lugar a dudas el retrato espléndido que le hizo Almada Negreiros. Preside una pared alta junto a la que va subiendo la escalera de la biblioteca, de manera que se nos permite contemplarlo desde dos perspectivas distintas (dos o quince , dependiendo del punto de la escalera donde te detengas a mirarlo). Es una obra impresionante, de veras. Vista mil veces en ilustraciones se había hecho uno la idea de que se trataba de un cuadro pequeño, coqueto, doméstico. Nada de eso: es espectacular.La iconografía pessoana, de cualquier forma, también se ha trasplantado a algunas calles de Lisboa. En Rua Do Carmo, por ejemplo, hay un colegio cuyos muros exteriores han sido hermoseados por los alumnos que han dejado allí las imágenes de todos los heterónimos de Pessoa para regocijo de los cazadores de instantáneas. No mencionemos, en fin, los escaparates de tantas tiendas que muestran la efigie del poeta impresa en los más inverosímiles artículos(¿habré soñado haber visto su rostro en un pastel de nata, el bigotito hecho con dos líneas de chocolate?). Así pues la presencia del poeta en la ciudad es patente. Pero, ¿y de la ciudad en el poeta?Hay una regla, muy caprichosa y por ello nada científica ni fiable, que asegura que la producción de un escritor acerca de una ciudad será inversamente proporcional al número de años que residió en ella. O sea, que si uno vive un año en un lugar le dedicará un libro; si vive diez, no pasará de escribir algún artículo; y, si permanece en ella toda la vida, entonces, o bien se esfuerza en dedicarle un solo renglón, o bien le queda el recurso de escribir algún un poema. Pessoa no se pasó toda la vida encerrado en Lisboa, pero casi. Regresó a la ciudad en que nación en 1905, después de vivir en Durban, pues su madre se había casado con el cónsul de Portugal en Sudáfrica. A partir de esa fecha apenas se alejará de Lisboa en algún viaje corto y esporádico. Según la regla antes mencionada, Pessoa se habría de conformar con esparcir su relación con la ciudad a los largo de toda su obra, como de hecho así fue (si exceptuamos una pequeña guía para turistas que compuso con mano erudita). Es inevitable recordar, no obstante, un poema de 1926 que no en vano se titula Lisbon Revisited, conde como en tantos otros poemas suyos, se plasma el paradójico espíritu del poeta:Nada me une a nada.Quiero cincuenta cosas al mismo tiempo.Ansío con una angustia de hambre de carneLo que no sé qué sea:Definidamente por lo indefinido…Duermo inquieto y vivo en un sueño inquietoDe quien duerme inquieto, mitad soñando.
Sólo tres años antes de componer ese poema cuya estrofa más propicia a nuestros intereses dice,
Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-Transeúnte inútil de ti y de mí,Extranjero aquí como en todas partes,Tan casual en la vida como en el alma,Fantasma errante por los salones del recuerdoEnvuelto por el ruido de ratas y maderas que crujenEn el castillo maldito de tener que vivir…
Pessoa hizo escribir a su heterónimo Álvaro de Campos otra Lisboa revisitada que concluye entre admiraciones:
¡Oh cielo azul, el mismo de mi infancia!¡Eterna verdad vacía y perfecta!¡Oh suave Tajo, ancestral y mudo, pequeña verdad donde el cielo se refleja!¡Oh pena mía, de nuevo visitada, oh Lisboa de otro tiempo, hoy!Nada me dais, nada me quitáis, nada sois que yo me sienta.¡Dejadme en paz! No he de tardar, que nunca tardo…Y mientras tardan el Abismo y el Silencio ¡quiero estar conmigo a solas!
Como se ve, la Lisboa que patrocina la melancolía del poeta es una ciudad que ya no existe, pues aunque sea la misma que el poeta abandonó en su infancia son otros los ojos que ahora la miran: los de un extranjero aquí y en todas partes, los de un fantasma errante por los jardines del recuerdo.Pero no hemos de olvidar que Pessoa no se limitó a ser un poeta acosado por las dudas metafísicas. También fue un activista cultural y en cierta medida un ciudadano comprometido. Ayudó a fundar algunas revistas cuya importancia nadie cuestiona y en las que alojó producción suficiente como para que carezca de sentido esa superstición según la cual murió prácticamente inédito y olvidado. Provocó más de un escándalo al defender ideas que chocaban frontalmente con lo establecido. Es el caso, por ejemplo , del texto en que defendía al poeta homosexual Antonio Botto y un libro que había sido silenciado por la crítica. Ese texto se titulaba Antonio Botto y el ideal estético de Portugal y en 1922 produjo una serie de reacciones que pasaron a catalogarse como "polémica en Sodoma". Hay un volumen de las Obras de Pessoa que viene publicado en elegantes y austeros tomos de la Editorial Atica, dedicado a acoger las páginas de intervención de Fernando Pessoa, otro en el que se recogen textos sobre Portugal y otro más donde están elucubraciones de sociología política. No se encerró Pessoa en ninguna torre de marfil, y aunque es cierto que los problemas contemporáneos y los hechos circunstanciales de la actualidad política o literaria los utiliza como trampolines para arriesgar sus ejercicios de metafísica , es también evidente que la casi constante presencia del poeta en la vida intelectual portuguesa no nos deja decir que se encastilló entre sus fantasmas para mirar la vida como aquellos a los que la realidad que les rodea les trae al pairo.Pero va llegando la hora de despedir estas divagaciones en la ciudad de Pessoa. Cualquiera que plantease un itinerario siguiendo las huellas del poeta me recomendaría, después de conseguir mesa en Martinho de Arcada, visitar el panteón donde reposan los restos de Pessoa, en el Cementerio dos Prazeres, a las afueras de Lisboa. Pero, pues la ocasión lo exige rebajémonos a la cursilería, uno prefiere despedirse del poeta en ese lugar donde sus restos siguen palpitando contra el tiempo y la muere, o sea, en su versos, y así, lejos de la multiplicación de imágenes que ha padecido la figura convertida en mercancía y souvenir recluirse en su manera de mirar Lisboa:
Si de noche, acostado y despiertoEn la inútil lucidez de no poder dormir,quiero imaginarme alguna cosa (pero siempresurge otra, porque tengo sueño)quiero extender esa mirada con la que imaginohasta los grandes palmares fantásticos,no veo nada más,sobre una especie de lado de dentro de los párpados,que Lisboa con sus casasde varios colores.Sonrío, porque aquí acostado, eso es ya otra cosa.A fuerza de monotonía es diferente.Y a la fuerza de ser yo, duermo y me olvido de que existo.Queda sola sin mi, que olvido porque duermo,Lisboa con sus casasDe varios colores.
Publicado en AJOBLANCO 1996.
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Que quieres alma mia, Lisboa que quieres Alvaro de Campos


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(Há quanto tempo, Portugal, há quanto)
Há quanto tempo, Portugal, há quanto
Vivemos separados! Ah, mas a alma,
Esta alma incerta, nunca forte ou calma,
Não se distrai de ti, nem bem nem tanto.
Sonho, histérico oculto, um vão recanto...
O rio Furness, que é o que aqui banha,
Só ironicamente me acompanha,
Que estou parado e ele correndo tanto... Tanto?
Sim, tanto relativamente...
Arre, acabemos com as distinções,
As subtilezas, o interstício, o entre,
A metafísica das sensações —
Acabemos com isto e tudo mais...
Ah, que ânsia humana de ser rio ou cais!
¡Hace cuánto tiempo, Portugal, hace cuánto
Vivimos separados! Ah, pero el alma,
Este alma incierta, nunca fuerte o calma,
No se distrae de tí, ni bien ni tanto. Sueño,
histérico oculto, un vano rincón...
El río Furness, que es lo que aquí baña,
Sólo irónicamente me acompaña,
Que estoy parado y él corriendo tanto...
¿Tanto? Sí, tanto relativamente...
Arre, acabemos con las distinciones,
Las sutilezas, el intersticio, el entre,
La metafísica de las sensaciones —
Acabemos con esto y lo demás...
¡Ah, qué ansia humana de ser río o muelle!
Ãlvaro de Campos
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AMOR 77 - Julio Cortazar

Amor 77
Y después de hacer todo lo que hacen,
se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten,
y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

De Julio Cortazar.
1979

un tal Lucas

miércoles, 25 de agosto de 2010

LAMENTO POR LA MUERTE DE PARSIFAL HOOLIG

LAMENTO POR LA MUERTE DE PARSIFAL HOOLIG

de Juan Gelman

empezó a llover vacas
y en vista de la situación reinante en el país
los estudiantes de agronomía sembraron desconcierto
los profesores de ingeniería proclamaron su virginidad
los bedeles de filosofía aceitaron las grampas de la razón intelectual
los maestros de matemáticas verificaron llorando el dos más dos
los alumnos de lenguaje inventaron buenas malas palabras

esto ocurrió al mismo tiempo
un oleaje de nostalgia invadía las camas del país
y las parejas entre sí se miraban como desconocidos
y el crepúsculo era servido en el almuerzo por padres y madres
y el dolor o la pena iba vistiendo lentamente a los chiquitines
y a unos se les caía el pecho y la espalda a otros y nada a los demás
y a Dios lo encontraron muerto varias veces
y los viejos volaban por el aire agarrados a sus testículos resecos
y las viejas lanzaban exclamaciones y sentían puntadas en la memoria o el olvido según
y varios perros asentían y brindaban con armenio coñac
y a un hombre lo encontraron muerto varias veces

junto a un viernes de carnaval arrancado del carnaval
bajo una invasión de insultos otoñales
o sobre elefantes azules parados en la mejilla de Mr. Hollow
o alrededor de alondras en dulce desafío vocal con el verano
encontraron muerto a ese hombre
con las manos abiertamente grises
y las caderas desordenadas por los sucesos de Chicago
un resto de viento en la garganta
25 centavos de dólar en el bolsillo y su águila quieta
con las plumas mojadas por la lluvia infernal

¡ah queridos!
¡esa lluvia llovió años y años sobre el pavimento de Hereby Street
sin borrar la más mínima huella de lo acontecido!
¡sin mojar ninguna de las humillaciones ni uno solo de los miedos
de ese hombre con las caderas revueltas tiradas en la calle
tarde para que sus terrores puedan mezclarse con el agua y pudrirse y terminar!

así murió parsifal hoolig
cerró los ojos silenciosos
conservó la costumbre de no protestar
fue un difunto valiente
y aunque no tuvo necrológica en el New York Times ni el Chicago Tribune se ocupó de él
no se quejó cuando lo recogieron en un camión del servicio municipal
a él y a su aspecto melancólico
y si alguno supone que esto es triste
si alguno va a pararse a decir que esto es triste
sepa que esto es exactamente lo que pasó
que ninguna otra cosa pasó sino esto
bajo este cielo o bóveda celeste



LAMENTO POR EL ARBOLITO DE PHILIP


philip se sacó la camisa servil
llena de tardes de oficina y sonrisas al jefe
y asesinatos de su niño románticamente hablando
su niño operado cortado transplantado injertado
de bucólicas primaveras y Ginger Street volando alto verdadera
en la tarde de agosto gris

se quedó en pecho philip y cuando
se quedó en pecho hizo el recuento feliz de cuando:
le sacó la lengua al maestro (a espaldas del maestro)
le hizo la higa a la patria potestad (a espaldas de la patria potestad)
formó cuernitos con la mano contra toda invasión maternal (a espaldas
de toda invasión maternal)
se burló del ejército la iglesia (a espaldas del ejército la iglesia)
en general de cuando
ejerció su rebelde corazón (dentro de lo posible)
fortificó sus entretelas acostumbradas al vuelo (siempre que el tiempo lo permita)
engañó a su mujer (con permiso)
philip era glorioso en esas noches de whisky y hasta vino
exóticamente consumido con referencias a la costa del sol
una palabra encantadora lo retenía semanas y semanas a su alrededor
sol por ejemplo
o sol digamos
o la palabra sol
como si philip buscara lejos de la sociedad industrial
fuentes de luz fuentes de sombra fuentes

qué coraje hablar del sol

como suele ocurrir philip murió
una tarde lenta amarilla buena callada en los tejados
no hablaremos de cómo lo lloró su mujer (a sus espaldas)
o el ejército la iglesia ( a sus espaldas
o el mundo en particular y en general súbitamente de espaldas:
su viuda le plantó un arbolito sobre la tumba en Cincinnati
que creció bendecido por los jugos del cielo
y también se curvó

y si alguien piensa que lo triste es la vida de philip
fíjese en el arbolito le ruego
fíjese en el arbolito por favor

hay varias formas de ser mejor dicho
muchas formas de ser:
llamarse Hughes
hablar arameo mojarlo con té
estallar contra la tristeza del mundo
pero a ustedes les pido que se fijen
en el curvado arbolito
tiernamente inclinado sobre philip
su pecho en pena en piel como se dice

ni un pajarito nunca

cantó o lloró sobre ese árbol
verde todo inclinado
inclinado

LOS 33 DE CHILE

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martes, 24 de agosto de 2010

BORGES ; 24 DE AGOSTO dia de su nacimiento

Jorge Luis Borges
Veinticinco de agosto, 1983


Vi en el reloj de la pequeña estación que eran las once de la noche pasadas. Fui caminando hasta el hotel. Sentí, como otras veces, la resignación y el alivio que nos infunden los lugares muy conocidos. El ancho portón estaba abierto; la quinta, a oscuras. Entré en el vestíbulo, cuyos espejos pálidos repetían las plantas del salón. Curiosamente el dueño no me reconoció y me tendió el registro. Tomé la pluma que estaba sujeta al pupitre, la mojé en el tintero de bronce y al inclinarme sobre el libro abierto, ocurrió la primera sorpresa de las muchas que me depararía esa noche. Mi nombre, Jorge Luis Borges, ya estaba escrito y la tinta, todavía fresca.
El dueño me dijo:
-Yo creí que usted ya había subido.
Luego me miró bien y se corrigió:
-Disculpe, señor El otro se le parece tanto, pero, usted es más joven.
Le pregunté:
-¿Qué habitación tiene?
-Pidió la pieza 19 -fue la respuesta.
Era lo que yo había temido.
Solté la pluma y subí corriendo las escaleras. La pieza 19 estaba en el segundo piso y daba a un pobre patio desmantelado en el que había una baranda y, lo recuerdo, un banco de plaza. Era el cuarto más alto del hotel. Abrí la puerta que cedió. No habían apagado la araña. Bajo la despiadada luz me reconocí. De espaldas en la angosta cama de fierro, más viejo, enflaquecido y muy pálido, estaba yo, los ojos perdidos en las altas molduras de yeso. Me llegó la voz. No era precisamente la mía; era la que suelo oír en mis grabaciones, ingrata y sin matices.
-Qué raro -decía- somos dos y somos el mismo. Pero nada es raro en los sueños.
Pregunté asustado:
-Entonces, ¿todo esto es un sueño?
-Es, estoy seguro, mi último sueño.
Con la mano mostró el frasco vacío sobre el mármol de la mesa de luz.
-Vos tendrás mucho que soñar, sin embargo, antes de llegar a esta noche. ¿En qué fecha estás?
-No sé muy bien -le dije aturdido-. Pero ayer cumplí sesenta y un años.
-Cuando tu vigilia llegue a esta noche, habrás cumplido, ayer, ochenta y cuatro. Hoy estamos a 25 de agosto de 1983.
-Tantos años habrá que esperar -murmuré.
-A mí ya no me está quedando nada -dijo con brusquedad-. En cualquier momento puedo morir, puedo perderme en lo que no sé y sigo soñando con el doble. El fatigado tema que me dieron los espejos y Stevenson.
Sentí que la evocación de Stevenson era una despedida y no un rasgo pedante. Yo era él y comprendía. No bastan los momentos más dramáticos para ser Shakespeare y dar con frases memorables. Para distraerlo, le dije:
-Sabía que esto te iba a ocurrir. Aquí mismo hace años, en una de las piezas de abajo, iniciamos el borrador de la historia de este suicidio.
-Sí -me respondió lentamente, como si juntara recuerdos-. Pero no veo la relación. En aquel borrador yo había sacado un pasaje de ida para Adrogué, y ya en el hotel Las Delicias había subido a la pieza 19, la más apartada de todas. Ahí me había suicidado.
-Por eso estoy aquí -le dije.
-¿Aquí? Siempre estamos aquí. Aquí te estoy soñando en la casa de la calle Maipú. Aquí estoy yéndome, en el cuarto que fue de madre.
-Que fue de madre -repetí, sin querer entender-. Yo te sueño en la pieza 19, en el patio de arriba.
-¿Quién sueña a quién? Yo sé que te sueño, pero no sé si estás soñándome. El hotel de Adrogué fue demolido hace ya tantos años, veinte, acaso treinta. Quién sabe.
-El soñador soy yo -repliqué con cierto desafío.
-No te das cuenta que lo fundamental es averiguar si hay un solo hombre soñando o dos que se sueñan.
-Yo soy Borges, que vio tu nombre en el registro y subió.
-Borges soy yo, que estoy muriéndome en la calle Maipú.
Hubo un silencio, el otro me dijo:
-Vamos a hacer la prueba. ¿Cuál ha sido el momento más terrible de nuestra vida?
Me incliné sobre él y los dos hablamos a un tiempo. Sé que los dos mentimos.
Una tenue sonrisa iluminó el rostro envejecido. Sentí que esa sonrisa reflejaba, de algún modo, la mía.
-Nos hemos mentido -me dijo- porque nos sentimos dos y no uno. La verdad es que somos dos y somos uno.
Esa conversación me irritaba. Así se lo dije.
Agregué:
-Y vos, en 1983, ¿no vas a revelarme nada sobre los años que me faltan?
-¿Qué puedo decirte, pobre Borges? Se repetirán las desdichas a que ya estás acostumbrado. Quedarás solo en esta casa. Tocarás los libros sin letras y el medallón de Swedenborg y la bandeja de madera con la Cruz Federal. La ceguera no es la tiniebla; es una forma de la soledad. Volverás a Islandia.
-¡Islandia! ¡Islandia de los mares!
-En Roma, repetirás los versos de Keats, cuyo nombre, como el de todos, fue escrito en el agua.
-No he estado nunca en Roma.
-Hay también otras cosas. Escribirás nuestro mejor poema, que será una elegía.
-A la muerte de... -dije yo. No me atreví a decir el nombre.
-No. Ella vivirá más que vos.
Quedamos silenciosos. Prosiguió:
-Escribirás el libro con el que hemos soñado tanto tiempo. Hacia 1979 comprenderás que tu supuesta obra no es otra cosa que una serie de borradores, de borradores misceláneos, y cederás a la vana y supersticiosa tentación de escribir tu gran libro. La superstición que nos ha infligido el Fausto de Goethe, Salammbó, el Ulysses. Llené, increíblemente, muchas páginas.
-Y al final comprendiste que habías fracasado.
-Algo peor Comprendí que era una obra maestra en el sentido más abrumador de la palabra. Mis buenas intenciones no habían pasado de las primeras páginas; en las otras estaban los laberintos, los cuchillos, el hombre que se cree una imagen, el reflejo que se cree verdadero, el tigre de las noches, las batallas que vuelven en la sangre, Juan Muraña ciego y fatal, la voz de Macedonio, la nave hecha con las uñas de los muertos, el inglés antiguo repetido en las tardes.
-Ese museo me es familiar -observé con ironía.
-Además, los falsos recuerdos, el doble juego de los símbolos, las largas enumeraciones, el buen manejo del prosaísmo, las simetrías imperfectas que descubren con alborozo los críticos, las citas no siempre apócrifas.
-¿Publicaste ese libro?
-jugué, sin convicción, con el melodramático propósito de destruirlo, acaso por el fuego. Acabé por publicarlo en Madrid, bajo un seudónimo. Se habló de un torpe imitador de Borges, que tenía el defecto de no ser Borges y de haber repetido lo exterior del modelo.
-No me sorprende -dije yo-. Todo escritor acaba por ser su menos inteligente discípulo.
-Ese libro fue uno de los caminos que me llevaron a esta noche. En cuanto a los demás... La humillación de la vejez, la convicción de haber vivido ya cada día...
-No escribiré ese libro -dije.
-Lo escribirás. Mis palabras, que ahora son el presente, serán apenas la memoria de un sueño.
Me molestó su tono dogmático, sin duda el que uso en mis clases. Me molestó que nos pareciéramos tanto y que aprovechara la impunidad que le daba la cercanía de la muerte. Para desquitarme, le dije:
-¿Tan seguro estás de que vas a morir?
-Sí -me replicó-. Siento una especie de dulzura y de alivio, que no he sentido nunca. No puedo comunicarlo. Todas las palabras requieren una experiencia compartida. ¿Por qué parece molestarte tanto lo que te digo?
-Porque nos parecemos demasiado. Aborrezco tu cara, que es mi caricatura, aborrezco tu voz, que es mi remedo, aborrezco tu sintaxis patética, que es la mía.
-Yo también -dijo el otro-. Por eso resolví suicidarme.
Un pájaro cantó desde la quinta.
-Es el último -dijo el otro.
Con un gesto me llamó a su lado. Su mano buscó la mía. Retrocedí; temí que se confundieran las dos.
Me dijo:
-Los estoicos enseñan que no debemos quejamos de la vida; la puerta de la cárcel está abierta. Siempre lo entendí así, pero la pereza y la cobardía me demoraron. Hará unos doce días, yo daba una conferencia en La Plata sobre el Libro VI de la Eneida. De pronto, al escandir un hexámetro, supe cuál era mi camino. Tomé esta decisión. Desde aquel momento me sentí invulnerable. Mi suerte será la tuya, recibirás la brusca revelación, en medio del latín y de Virgilio y ya habrás olvidado enteramente este curioso diálogo profético, que transcurre en dos tiempos y en dos lugares. Cuando lo vuelvas a soñar, serás el que soy y tú serás mi sueño.
-No lo olvidaré y voy a escribirlo mañana.
-Quedará en lo profundo de tu memoria, debajo de la marea de los sueños. Cuando lo escribas, creerás urdir un cuento fantástico. No será mañana, todavía te faltan muchos años.
Dejó de hablar, comprendí que había muerto. En cierto modo yo moría con él; me incliné acongojado sobre la almohada y ya no había nadie.
Huí de la pieza. Afuera no estaba el patio, ni las escaleras de mármol, ni la gran casa silenciosa, ni los eucaliptus, ni las estatuas, ni la glorieta, ni las fuentes, ni el portón de la verja de la quinta en el pueblo de Adrogué.
Afuera me esperaban otros sueños.


viernes, 20 de agosto de 2010

JULIO CORTAZAR

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y si el llanto te viene a buscar ............

Muñeca brava

Grabado por Carlos Gardel el 28/6/1929. Nueva discografia de Edmundo Rivero; Juan D'Arienzo, Mario Bustos. Sexto premio en concurso de la Casa de Música de Max Glücksmann del año 1928.

 
Letra de Enrique Cadicamo.
Musica de Luis N. Visca.
Compuesto en 1928. 
 
 
 
Che "Madam" que parlas en frances
y tiras ventolin a dos manos,
que escabias copetin bien frape
y tenes gigolo bien bacan...
Sos un biscuit
de pestañas muy arqueadas...
Muñeca brava
bien cotizada...
Sos del Trianon,
del Trianon de Villa Crespo...
Milonguerita,
juguete de ocasión...
 
Tenes un camba que te hace gustos
y veinte abriles que son diqueros,
y muy repleto tu monedero
pa' patinarlo de norte a Sud...
Te baten todos Muñeca Brava
porque a los giles mareas sin grupo,
pa' mi sos siempre la que no supo
guardar un cacho de amor y juventud.
Campanea la ilusión que se va
y embroca tu silueta sin rango,

y si el llanto te viene a buscar

escurri tu dolor y rei...
Meta champan
que la vida se te escapa,
Muñeca Brava, flor de pecado...
Cuando llegues
al final de tu carrera,
tus primaveras
veras languidecer...

MUÑECA BRAVA (II)
Letra de Enrique Cadicamo
Musica de Luis Visca
 
 
Che madame que parraza para hacer
y tiras el dinero a dos manos
de cenar con champan bien frape
y en el tango enredas tu ilusion
sos un bijuel te castañas muy arqueada
muñeca brava flor de pecado
sos del trialon del salon de Villa Crespo
che vampiresa juguete de ocasion
tenes amigos que te hacen mucho
y veinte abriles carnavaleros
y bien repleto tu monedero
pa' derrocharlo de norte a sur
te llaman todos muñeca brava
porque tus besos son dulces grupos
pa' mi sos siempre la que no supo
tomar en serio mi amor de juventud
comprende que la vida se va
y se acaban los brillos y el rango
cuando el santo te venga a buscar
acordate muñeca de mi
de mi que siempre soñe con tu cariño
y alla en el barrio te ame de niño
pero pa' que voy a decirte cosas viejas
si ya has cambiado muñeca el corazón
tenes amigos que te hacen mucho
y veinte abriles carnavaleros
y bien repleto tu monedero
pa' patinarlo de norte a sur
te llaman todos muñeca brava
porque tus besos son dulces grupos
pa' mi sos siempre la que no supo
tomar en serio mi amor de juventud

MUÑECA BRAVA (III)
 
Letra de L. Visca
Musica de Enrique Cadicamo
Versión Cantada por Alberto Castillo,
con la orquesta de Ricardo Tanturi.
 
 
Che, madam, que parlas en frances
y tiras ventolin a dos manos,
que cenas con champan bien frappe
y en el tango enredas tu ilusión.
 
Sos un biscuit de pestañas muy arqueadas,
muñeca brava, bien cotizada.
Sos del Trianon, del Trianon de Villa Crespo
Che vampiresa, juguete de ocasión.
 
Tenes amigos que te hacen gustos
y veinte abriles carnavaleros
y bien repleto tu monedero,
pa'derrocharlo de norte a sur.
 
Te llaman todos muñeca brava,
porque tus besos son dulces grupos.
Pa'mi sos siempre la que no supo
tomar en serio mi amor de juventud.
 
Comprende que la vida se va
y se acaban los brillos y el tango.
Cuando el llanto te vengo a buscar,
acordate, muñeca, de mi,
de mi que siempresnoe con tu cariño 
y alla en el barrio te ame de niño.
Pero pa'que voy a decirte cosas viejas,
si ya has cambiado, muñeca, el corazón.

lunes, 9 de agosto de 2010

Los consejos de un gran autor sobre el arte de narrarCarta a un joven escritor Arturo Pérez-Reverte
lanacion.com | Opinión | Lunes 9 de agosto de 2010

martes, 3 de agosto de 2010

y si el llanto te viene a buscar

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Las relaciones peligrosas del fútbol y la políticaRazones de la cólera Alvaro Abos

RAZONES DE LA CÒLERA

1950 año del Libertador, etc.


Y si el llanto te viene a buscar...

De un tango


Y si el llanto te viene a buscar

agarrálo de frente, bebé entero

el copetín de lágrimas legítimas.

Llorá, argentino, llorá por fin un llanto

de verdad, cara al tiempo

que escamoteabas ágilmente,

llorá las desgracias que creías ajenas,

la soledad sin remisión al pie de un río,

la culpa de la paz sin mérito,

la siesta de barrigas rellenas de pan dulce.

Llorá tu infancia envilecida por el cine y la radio,

tu adolescencia en las esquinas del hastío, la patota, el amor sin recompensa,

llorá el escalafón, el campeonato, el bife vuelta y vuelta,

llorá tu nombramiento o tu diploma

que te encerraron en la prosperidad o la desgracia

que en la llanura más inmensa te estaquearon

a un terrenito que pagaste

en cuotas trimestrales.

Julio Cortazar


de Razones de la cólera

sábado, 31 de julio de 2010

LA NOVELA DE LA VIDA

La novela de la vida


ANTONIO MUÑOZ MOLINA 31/07/2010

Podría seguir el hilo de mi vida si recordara las circunstancias de cada una de mis lecturas del Quijote, si tuviera a mano cada una de las ediciones en las que he ido leyéndolo. Me acuerdo del color amarillento y del tacto de la primera de todas, que estaba en mi casa por azar, junto a otros dos libros de aspecto rancio y con ilustraciones sombrías y por momentos pavorosas para una imaginación infantil: un Orlando Furioso ilustrado por Gustave Doré, una extraña novela que se titulaba Historia de un hombre contada por su esqueleto, de la que sólo recuerdo, aparte del título, una imagen de la que no podía apartar los ojos: una reunión de damas y caballeros en un salón del siglo XIX y, entre ellos, sentado en un sofá con las piernas cruzadas y sosteniendo un cigarrillo, un esqueleto humano. Casi no había otros libros en toda la casa. Hojearlos, mirar sus ilustraciones cuando aún no sabía leer, era adentrarse en esa penumbra de lejanía temporal que tenían los dormitorios y los armarios de los mayores cuando uno los exploraba en secreto, cuando abría cajones y levantaba tapas de baúles percibiendo olores como de otra época inexplicable, de las vidas que los adultos tenían cuando no estaban con nosotros, o más extrañamente aún, las que habían tenido antes de que nosotros naciéramos, según atestiguaban fotografías en las que nos costaba reconocerlos, de jóvenes que eran, y en las que a veces encontrábamos también las caras de esos desconocidos que eran los muertos.

Así empecé a leer el Quijote, igual que leía cualquier cosa, aunque sean los papeles rotos de las calles, como dice Cervantes de sí mismo. La singularidad de su presencia, el enigma parcial de su origen, los graneros y desvanes de la casa campesina en los que me escondía para leer sin que nadie me molestara, formaban parte del atractivo de la lectura. El papel era áspero, amarillo por el paso del tiempo; en la portada había una fecha de edición que se me antojaba lejanísima, Casa Editorial Calleja, 1884. Siempre he asociado el tacto y el olor de aquel libro con el polvo picante que se levantaba de la trilla, con el del trigo recién almacenado en los graneros y la paja amarilla y seca en los pajares. El lenguaje altisonante de Don Quijote me parecía incomprensible, desde luego, pero el tono de la narración, la figura y el habla de Sancho, el vocabulario, los lugares, me resultaban muy cercanos, mucho más que los de los tebeos, las películas o las novelas de la radio, que eran los otros alimentos de mi imaginación. Yo conocía campesinos sentenciosos y rechonchos que iban montados en sus burros como dice Cervantes que iba Sancho, "como un patriarca". Los paisajes tórridos del verano en los que se recalienta la maltrecha armadura de Don Quijote se parecían mucho a los de mi tierra ya casi manchega; la sensación de oasis que da una umbría de álamos y el fresco de un arroyo o de una acequia eran los mismos en las veredas de las huertas por las que yo caminaba y en esas escenas de reposo y conversación que le gustaba tanto describir a Cervantes. Y también era idéntico el amor de los adultos por los refranes y las historias, que se contaban unas veces acompañando los trabajos del campo y otras durante el descanso para la comida, en verano a la sombra fragante de las higueras y los granados, en invierno junto al fuego, mientras llovía afuera y la tierra estaba demasiado embarrada para trabajar en ella.

Pero en el Quijote siempre es verano. Quizás por eso en el verano se disfruta más de su lectura, a la que yo he vuelto en un día como aquel que eligió el hidalgo demente para su primera salida, "que era uno de los calurosos del mes de julio". Leo desde el principio, a conciencia. Empiezo a leer como un experimento, queriendo limpiarme de ideas preconcebidas y de rutinas de lector, dispuesto a aceptar mis reacciones verdaderas ante cada página y cada línea, sin distracción ni reverencia, sin apresuramiento, con la atención y la lentitud necesarias, dispuesto a reconocer el tedio, si es que llega a presentarse, con esa actitud de honradez conmigo mismo sin la cual no hay lectura verdadera. Leería con un cuaderno y un lápiz a mano, si no fuera tan perezoso.

Al cabo de una semana el experimento se ha convertido en una ocupación gozosa que me llena las horas del día, que me mantiene en ese estado de lucidez ligeramente ebria que es también el que nos dan la música o la pintura cuando nos gustan mucho y las grandes caminatas y las buenas conversaciones con amigo del alma. En una época de presentismo atolondrado el Quijote puede parecer una antigualla, o peor todavía, un clásico, un monumento, una estatua a la que nadie se acerca. Pero es la novela más moderna, más original, más experimental que se ha escrito nunca, la más desvergonzada, la más llena de humanidad, de gente, de historias contadas en voz alta, imaginadas, leídas, de peripecias cómicas y reflexiones sobre la literatura, de ordinariez, de sutileza. Como Moby Dick, el Quijote es cada vez mucho más rara de lo que uno recordaba. Los detalles materiales tienen la precisión y el resplandor de los objetos en un cuadro de Caravaggio; pero la historia, el idioma en el que está escrita, se transforman casi en cada página, como si Cervantes hubiera querido abarcar todas las posibilidades de la facultad de contar y todas las hablas que caben en la lengua.

Por uno de esos azares inverosímiles que Cervantes no se tomaría la molestia de justificar me llega en plena lectura un libro de Francisco Rico, El texto del 'Quijote'. Con todo el peso de su erudición, que no le impide el disfrute pleno y gozoso de la literatura, como a tantos expertos, el profesor Rico examina la novela como si estudiara al microscopio la textura de un lienzo, el origen y la calidad de los pigmentos, los minuciosos procesos materiales sin los cuales no existiría una obra maestra. Y al revelar los caminos por los cuales el texto que leemos ha llegado hasta nosotros Francisco Rico nos hace más sensibles aún a la cualidad viva y urgente de la escritura del Quijote: "Un libro manifiesta y deliberadamente abierto, episódico, entreverado de núcleos que tuvieron o pudieron tener una vida previa más o menos independiente y que luego se integraron en un diseño mayor, al que por otro lado se fueron añadiendo todavía diversos complementos no previstos". Lo que Cervantes nos dio fue nada menos que la gran libertad de la novela, dice Rico: "El Quijote no se ha concebido con la trabazón y la linealidad de las obras impresas, sino con la libertad de una plática entre amigos, con los cambios de registro y los zigzagueos que conducen la conversación de un asunto a otro, de la sonrisa a la gravedad, de la noticia seria y la hipérbole a la mentira descarada".

Quién se atrevería a escribir hoy una novela así.

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