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domingo, 21 de octubre de 2012

JORGE LUIS BORGES


1964

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. 
Ya no compartirás la clara luna
 
ni los lentos jardines. Ya no hay una
 
luna que no sea espejo del pasado,
 

cristal de soledad, sol de agonías.
 
Adiós las mutuas manos y las sienes
 
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
 
la fiel memoria y los desiertos días.
 

Nadie pierde (repites vanamente)
 
sino lo que no tiene y no ha tenido
 
nunca, pero no basta ser valiente
 

para aprender el arte del olvido.
 
Un símbolo, una rosa, te desgarra
 
y te puede matar una guitarra.
 

II
 

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
 
Hay tantas otras cosas en el mundo;
 
un instante cualquiera es más profundo
 
y diverso que el mar. La vida es corta
 

y aunque las horas son tan largas, una
 
oscura maravilla nos acecha,
 
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
 
que nos libra del sol y de la luna
 

y del amor. La dicha que me diste
 
y me quitaste debe ser borrada;
 
lo que era todo tiene que ser nada.
 

Sólo que me queda el goce de estar triste,
 
esa vana costumbre que me inclina
 
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges



  


el año de la muerte de Ricardo Reis



1935
Posted by Picasa

El animal ha muerto o casi ha muerto. Quedan el hombre y su alma



ELOGIO DE LA SOMBRA

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) 
puede ser el tiempo de nuestra dicha. 
El animal ha muerto o casi ha muerto. 
Quedan el hombre y su alma. 
Vivo entre formas luminosas y vagas 
que no son aún la tiniebla. 
Buenos Aires, 
que antes se desgarraba en arrabales 
hacia la llanura incesante, 
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro, 
las borrosas calles del Once 
y las precarias casas viejas 
que aún llamamos el Sur. 
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas; 
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito. 
Esta penumbra es lenta y no duele; 
fluye por un manso declive 
y se parece a la eternidad. 
Mis amigos no tienen cara, 
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años, 
las esquinas pueden ser otras, 
no hay letras en las páginas de los libros. 
Todo esto debería atemorizarme, 
pero es una dulzura, un regreso. 
De las generaciones de los textos que hay en la tierra 
sólo habré leído unos pocos, 
los que sigo leyendo en la memoria, 
leyendo y transformando. 
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte, 
convergen los caminos que me han traído 
a mi secreto centro. 
Esos caminos fueron ecos y pasos, 
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones, 
días y noches, 
entresueños y sueños, 
cada ínfimo instante del ayer 
y de los ayeres del mundo, 
la firme espada del danés y la luna del persa, 
los actos de los muertos, 
el compartido amor, las palabras, 
Emerson y la nieve y tantas cosas. 
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro, 
a mi álgebra y mi clave, 
a mi espejo. 
Pronto sabré quién soy.

JORGE LUIS BORGES