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sábado, 27 de septiembre de 2008

¿Qué significa Google?

¿Qué significa Google?


"Googol" es el término matemático que designa un 1 seguido por 100 ceros. El término fue acuñado por Milton Sirotta, sobrino del matemático estadounidense Edward Kasner, y se popularizó gracias al libro Mathematics and the Imagination, de Kasner y James Newman.

Vine a Comala

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.

asi comienza PEDRO PARAMO de JUAN RULFO

LA ULTIMA BOLA DE LA NOCHE

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jueves, 25 de septiembre de 2008

Benny Goodman Orchestra Sing Sing Sing from Hollywood Hotel

Louis Armstrong and Bing Crosby Sing

Bing Crosby Sings 'Old Man River'

Frank Sinatra - Stardust (1943)

Frank Sinatra - Polka Dots And Moonbeams (1940)

"Nadie es una isla completo en si mismo

"Nadie es una isla completo en si mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."


John Donne.

sábado, 20 de septiembre de 2008

LA BIBLOTECA DE BABEL

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La Biblioteca de Babel – J L Borges
Notas de atención de un distraído lector.

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres.
La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma

Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden).
Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.

Julio Cortázar - Continuidad de los parques

Juan Gelman [Ruiseñores...] 03 Yo también escribo cuentos

Juan Gelman [Ruiseñores...] 07 Cerezas

Juan Gelman [Ruiseñores...] 01 Mujeres

domingo, 14 de septiembre de 2008

EL HOMBRE INOLVIDABLE THE JOLSON STORY

MUJERES

MUJERES

decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito
debía tener unas 12397 mujeres en su mujer
era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres
ejemplo: yacíamos en un lecho de amor ella era un alba de algas fosforescentes
cuando la fui a abrazar se convirtió en singapur llena de perros que aullaban
recuerdo cuando se apareció envuelta en rosas de agadir
parecía una constelación en la tierra parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha como el sol que se ponía en su voz en las rosas
estaban escritos todos los nombres de esa mujer menos uno
y cuando se dio vuelta su nuca era el plan económico
tenía miles de cifras y la balanza
de muertes favorables a la dictadura militar
nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer
yo estaba ligeramente desconcertado
una noche le golpié el hombro para ver con quién era
y vi en sus ojos desiertos un camello
a veces esa mujer era la banda municipal de mi pueblo
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba a desafinar
y los demás desafinaban con él
esa mujer tenía la memoria desafinada
usté podía amarla hasta el delirio
hacerle crecer días del sexo tembloroso
hacerla volar como pajarito de sábana
al día siguiente se despertaba hablando de malevich
la memoria le andaba como un reloj con rabia
a las tres de la tarde se acordaba del mulo que le pateó la infancia
una noche del ser ellaba mucho esa mujer
y la devoraron todos los fantasmas que pudo alimentar
con sus miles de mujeres
y era una banda municipal desafinada yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo
yo compañeros una noche como ésta
que nos empapan los rostros que a lo mejor morimos
monté en el camellito que esperaba en sus ojos
y me fui de las costas tibias de esa mujer callado como un niño
bajo los gordos buitres que me comen de todo menos el pensamiento
de cuando ella se unía como un ramo de dulzura y lo tiraba en la tarde

de Juan Gelman

sábado, 13 de septiembre de 2008

LO QUE NOS SEPARA

Lo que nos separa
GONZALO GARCÉS 13/09/2008
Curioso que no se diga más a menudo: a los argentinos no les gusta la literatura española. Y los españoles suelen devolvernos la cortesía. Borges, en España, fue aceptado a regañadientes; en Argentina nombres como Cela, Goytisolo, Benet o Marsé significan poco o nada. Algo hay en la narrativa argentina que inspira ocasional respeto, pero acaba siempre por irritar. Al respecto resulta ejemplar el "desembarco" en España del actual canon argentino: Aira, Saer, Piglia, Fogwill. Un desembarco que desde hace años está siempre en marcha pero nunca se concreta, si tomamos como parámetros la aceptación del mercado, la permanencia en la memoria de la crítica -no el aplauso de una vez- y la influencia en escritores locales.
Esta sorda hostilidad se resume en algunos tópicos: los narradores argentinos serían pretenciosos, sesudos, liados; los españoles, verbosos, crasamente realistas, proclives a volutas cortesanas, plúmbeos. Que la entrada al mercado español sea hoy la ambición de todo escritor argentino, aun los vanguardistas, o sobre todo los vanguardistas, no impide la persistencia del viejo complejo de superioridad. Todo escritor argentino siente que tiene más conciencia de los ridículos posibles y menos ingenuidades que su colega español, aunque no pueda decir de dónde viene esta impresión. Yo entiendo que entre uno y otro hay una sola diferencia generalizable: la mala conciencia.
Hagamos un repaso. Hay en la narrativa argentina una figura recurrente: el individuo que se desprecia, y que en ese desprecio funda su identidad y, por así decirlo, su dignidad peculiar. Así es Erdosain, el protagonista de Los siete locos, de Roberto Arlt. ¿Por qué se desprecia Erdosain? Por su falta de ardor revolucionario, a veces; otras por cornudo o cobarde; al cabo, queda la impresión de que cualquier leitmotiv serviría. En El Sur, que Borges juzgaba su mejor cuento, un hombre sedentario y libresco alucina su propia muerte tal como la habría deseado: a cielo abierto, cuchillo en mano y acometiendo. Que esa muerte se intuya como expresión de deseos da al cuento su patetismo específicamente argentino. Por su parte, la mala conciencia intelectual de Cortázar es responsable por los pasajes más pretenciosos de Rayuela; su mala conciencia política, por el horrendo Libro de Manuel.
Hay casos más problemáticos. Manuel Puig, para muchos precursor de esa ligereza desacomplejada que iba a copar el mercado en los años noventa, escribió algunos de sus mejores libros desde el malestar. A cada álter ego -Molina en El beso de la mujer araña, Ana en Pubis angelical-, le asignó como interlocutor un personaje diseñado para aleccionarlo y escarnecerlo en nombre de la acción política. Estos personajes, pese a la autoridad moral que Puig les concede, son estereotipos. Es que encarnan un reproche, no una visión personal sobre la Revolución o el peronismo: cosas que Puig no tenía, pues no le interesaban realmente. Sabía, eso sí, lo que un peronista o un comunista ortodoxo le podían reprochar, y para mortificarse asumió ese discurso como propio.
En cuanto a César Aira, paradigma de desenfado posmoderno, existe un malentendido. Porque sus novelas son artefactos que parecen enloquecer entre las manos del lector, porque sus argumentos son disparatados, porque juega con los clichés y las convenciones, se lo asocia con cierto soplo de libertad. Y en varios sentidos lo es. Pero conoce mal a Aira quien ignora hasta qué punto sus libros, ese "simulacro de actividad" según el propio autor, son un obstinado acto de resistencia contra el principio mismo de la narración, una negativa a involucrarse en el juego del arte. Son, en este sentido, una ascesis: violencia infligida por Aira sobre sí mismo, sobre el narrador que esencialmente es.
Va siendo claro, me parece, que no hablamos de "mala conciencia" en el sentido de culpa. Quizá habría que pensar, nietzscheanamente, en un volverse contra sí mismas de las pulsiones: puesto que no se puede avanzar -o no tanto como se desea-, volcarse en favor de aquello más susceptible de aniquilarnos. Mucho podría especularse sobre la relación entre esto y las sucesivas circunstancias políticas y económicas del país. Preguntarse, por ejemplo, en qué medida el mito de la "Argentina potencia" propicia la impresión, en los actores culturales, de estar llamados a destinos más altos que los que un país fracasado permite. O en qué medida el estado de excepción permanente impuesto por los gobiernos militares y peronistas tiende a desmoralizar a quienes se proponen, o deberían proponerse, perspectivas excéntricas sobre lo real (¿cómo competir en excentricidad con Menem, en desprecio por lo real con Galtieri, en desdén por las reglas con cualquier jefe de municipio?). También cabe preguntarse por las relaciones entre la mala conciencia como fenómeno cultural y el talento como rasgo individual, relaciones que, como muestran los casos mencionados, son todo menos simples.
Como fuere, es este arte de ser enemigo de sí mismo lo que los argentinos, sin saberlo, identifican como sofisticación, y su ausencia lo que los desconcierta y ofende en los españoles.
Pero ¿está de verdad desprovisto el narrador español medio de mala conciencia? A falta de un estudio que excede el espacio de esta nota, generalicemos: hay poco en la costumbrista generación del 50, en la amable literatura de la Transición y en la narrativa española actual que deje traslucir dudas. Dudas acerca del lenguaje, la forma novelesca, la relación entre escritura y estructura social, el acto mismo de escribir. A esta comodidad consigo misma, a esta suerte de plenitud del Ser, escapan unos pocos. Entre ellos, y creo que no es casualidad, los que acaso sean los únicos escritores españoles del último medio siglo que no sólo son leídos sino que ejercen magisterio sobre una o dos generaciones de argentinos: Enrique Vila-Matas y Javier Marías.
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Amalia Rodrigues - Lisboa Antiga

Anna

DOS TIPOS AUDACES

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Yo también escribo cuentos

había una vez un poeta portugués/
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado/
trabajaba en la administración pública y dónde
se vio que un empleado público de portugal gane para alimentar cuatro bocas/
cada noche pasaba lista a sus poetas incluyéndose a sí mismo/
uno estiraba la mano por la ventana y le caían astros allí/
otro escribía cartas al sur/
que están haciendo del sur/decía/
de mi uruguay/decía/el otro
se convirtió en un barco que amó a los marineros/
esto es bello porque no todos los barcos hacen así/
hay barcos que prefieren mirar por el ojo del buey/
hay barcos que se hunden/
Dios camina afligido por el fenómeno ése/
es que no todos los barcos se parecen a los poetas del portugués
salían del mar y se secaban los huesitos al sol/
cantando la canción de tus pechos/amada/
cantaban que tus pechos llegaron una tarde con un cortejo de horizontes/
eso cantaban los poetas del portugués para decir que te amo/
antes de separarse/tender la mano al cielo/escribir cartas al uruguay
que mañana van a llegar/
mañana va a llegar el barco del portugués y barrerán la tristeza/
mañana va a llegar el barco del portugués al puerto de montevideo/
siempre supo que entraba a ese puerto y se volvía más hermoso/
como los cuatro poetas del portugués
cuando se preocupaban todos juntos por el hombre de la tabaquería de enfrente/
el animal de sueños del hombre de la tabaquería de enfrente/
galopando como don josé gervasio de artigas por el hambre mundial/
el portugués tenía cuatro poetas mirando al sur/al norte/al muro/al cielo/
les daba a todos de comer con el sueldo del alma/
él se ganaba el sueldo en la administración del país público/
y también mirando el mar que va de lisboa al uruguay/
yo siempre estoy olvidando cosas/
una vez me olvidé un ojo en la mitad de una mujer/
otra vez me olvidé una mujer en la mitad del portugués/
me olvidé el nombre del poeta portugués/
de lo que no me olvido es de su barco navegando hacia el sur/
de su manita llena de astros/
golpeando contra la furia del mundo/con
el hombre de enfente en la mano.
(Juan Gelman.
De Hacia el sur; Roma, 1981-1982).

domingo, 7 de septiembre de 2008

Fernando Pessoa, del Libro del desasosiego

En las vagas sombras de luz por terminar antes que la tarde
sea pronto noche, disfruto de errar sin pensar entre lo que la
ciudad se vuelve, y ando como si nada tuviese remedio. Me agra-
da, más a la imaginación que a los sentidos, la tristeza dispersa
que está conmigo. Vago, y hojeo en mí, sin leerlo, un libro in-
tersperso de imágenes rápidas, del que voy formándome indo-
lentemente una idea que nunca se completa.

Hay quien lee con la misma rapidez con que mira, y con-
cluye sin haberlo visto todo. Así saco del libro que se me hojea
en el alma una historia vaga por contar, memorias de otro yo
vagabundo, con avenidas de parques en medio, y figuras de seda
varias, pasando, pasando.

Indiscrimino con tedio y otro. Sigo, simultáneamente, por la
calle, por la tarde y por la lectura soñada, y los caminos son
verdaderamente recorridos. Emigro y descanso, como si estuviese
a bordo con el navío ya en altamar.

Súbitamente, los faroles muertos coinciden luces en las pro-
longaciones dobles de una calle larga y curva. Como un batacazo,
mi tristeza aumenta. Es que se ha terminado el libro. Hay tan
sólo, en la viscosidad aérea de la calle abstracta, un hilo exterior
de sentimiento, como la baba del Destino idiota, goteando en la
conciencia del alma.

Otra vida de la ciudad que anochece. Otra alma la de quien
mira a la noche. Sigo inseguro y alegórico, irrealmente sintiente.
Soy como una historia que alguien hubiese contado y, de tan
bien contada, anduviese carnal, pero no mucho, en este mundo
novela, en el principio de un capítulo: "En este momento, se
podía ver a un hombre avanzar lentamente por la calle de..."
¿Qué tengo yo que ver con la vida?

Lisboa 13-7-1931.

MENTIRAS CRIOLLAS

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Envidio la clase empresaria que tiene Brasil