PRIMERA BOLA
Alguien olvidó las llaves. Ese pudo ser el comienzo de lo del Ronderos.
El maquinista del cine vecino le dice al del mostrador:
Don Francisco, tengo que pasar para abrir por el fondo.
Siempre lo mismo Raúl, que Fermín que López, que esto que aquello, ayer y hoy, nunca traen las llaves y claro te mandan a vos.
Sabe, los pibes están inquietos en la puerta. Mírelos atrás de la vidriera.
Bueno pasá, no me vengas con los pibes. Ojo Raúl con los escalones, ya sabes , acordate el otro día que fayutas son las chapas allá arriba. Ah! Andás de zapatillas, menos mal, pasa, pasa.
El maquinista va entre las mesas de billar del salón. Salvo la mesa central el resto esta en penumbras. Tres tipos junto a esa mesa están en un amague de apuesta y juego de manos, discuten entre sí. La lampara que ilumina la mesa, por los movimientos y forcejeos de los tres comienza a balancearse.
El Ernesto es uno de los tres. Al pasar el maquinista, se miran . Hay entre ellos una vieja y extraña rivalidad.
El Ernesto le dice a sus compañeros:
· Estos cosos del cine, cada día están mas boludos. El “zapatillas azules” va para el techo de nuevo. Todos los días se olvidan las llaves. Vamos, vamos, que voy a tirar la primera bola de la tarde. Dale zapatillas. Si no cuando bajes no estará mas el cine y te encontrarás con un estacionamiento. Vamos.
Raúl se mira las zapatillas, quisiera que no se vieran, le molestan en las puntas. Este guacho sigue con lo del estacionamiento.
Recuerda Raúl lo que le escuchó al hijo de Fermín con los de la otra cuadra. La oferta del Minimax, él prefiere esperar y usar el cine como playa de estacionamiento. Es un negocio que ya se fue, así dijo el hijo de Fermín. Claro ya se fue. Todo se vá, la Pirucha se fue. Ayer no mas agarró los pibes y rajó para lo de la vieja. Este año se fue dos veces. Creo que todo esta para la mierda. Vamos Raúl! Se dice a sí mismo mientras sube por la escalera colgante al techo. Mira para la mesa iluminada y el Ernesto. Ese puto no tiene problema. Siempre tiene para pasarse las tardes en este boliche. Con esos pensamientos Raúl sigue con su diaria rutina de abrir la matenee del cine desde el Ronderos.
Todo se acaba, el cine, la Pirucha, seguro que se fue con un atorrante como este. Sigue con sus pensamientos mientras ficha a Ernesto que se apresta para su primer tiro, le esta dando a la tiza y al talco.
El Raúl sigue enroscándose en sus pensamientos, Chau Pirucha. Otra vez sin laburo. Yo no sé hacer nada. Especialista en darle vuelta al proyector, enlatar las cintas y dárselas al de la moto, el estacionamiento, me pueden....
Ernesto, canchero como siempre, deja la tiza sobre el borde de la mesa, y entalca el taco. Se prepara está a punto de golpear, le llama la atención el polvo que rodea a la bola puntera, es del techo, o es la iluminación de esta mesa, piensa.
Cada vez el polvo que se junta es mayor, la vista fija en sus dedos ellos también empolvados?, retumban las chapas , caen sobre la mesa cascotes, ladrillos, polvo, vidrios, parte de la claraboya y casi toda la basura amontonada en el techo. Una gran montaña se forma en medio de la mesa, la lampara queda como bonete en la cima. Ya no se ve el tapete verde ni las bolas. Silencio, un gran silencio despues de la ecatombe. Donde estará el Raúl, que quilombo se armó, no?.
La montaña de escombros comienza a sacudirse, a temblar y a agrietarse, emergiendo de entre los restos del derrumbe la figura empolvada y payasesca de Raúl, sosteniendo en sus manos la bola blanca y la roja. Ernesto frente a Raúl de nuevo. El maquinista parado entre los escombros, va a hablar, pero el último cascote, le cae sobre su cabeza e interrumpe el discurso. Despierta y grita:
Vos y la Pirucha son unos hijos de puta.
Cae de culo sobre la mesa, suelta la bola roja, que hace una voltereta colosal entrando en la tronera. Mientras la zapatilla polvorienta cae a los pies del Ernesto , la mesa se desfonda finalmente.
Alguien olvidó las llaves. Ese pudo ser el comienzo de lo del Ronderos.
El maquinista del cine vecino le dice al del mostrador:
Don Francisco, tengo que pasar para abrir por el fondo.
Siempre lo mismo Raúl, que Fermín que López, que esto que aquello, ayer y hoy, nunca traen las llaves y claro te mandan a vos.
Sabe, los pibes están inquietos en la puerta. Mírelos atrás de la vidriera.
Bueno pasá, no me vengas con los pibes. Ojo Raúl con los escalones, ya sabes , acordate el otro día que fayutas son las chapas allá arriba. Ah! Andás de zapatillas, menos mal, pasa, pasa.
El maquinista va entre las mesas de billar del salón. Salvo la mesa central el resto esta en penumbras. Tres tipos junto a esa mesa están en un amague de apuesta y juego de manos, discuten entre sí. La lampara que ilumina la mesa, por los movimientos y forcejeos de los tres comienza a balancearse.
El Ernesto es uno de los tres. Al pasar el maquinista, se miran . Hay entre ellos una vieja y extraña rivalidad.
El Ernesto le dice a sus compañeros:
· Estos cosos del cine, cada día están mas boludos. El “zapatillas azules” va para el techo de nuevo. Todos los días se olvidan las llaves. Vamos, vamos, que voy a tirar la primera bola de la tarde. Dale zapatillas. Si no cuando bajes no estará mas el cine y te encontrarás con un estacionamiento. Vamos.
Raúl se mira las zapatillas, quisiera que no se vieran, le molestan en las puntas. Este guacho sigue con lo del estacionamiento.
Recuerda Raúl lo que le escuchó al hijo de Fermín con los de la otra cuadra. La oferta del Minimax, él prefiere esperar y usar el cine como playa de estacionamiento. Es un negocio que ya se fue, así dijo el hijo de Fermín. Claro ya se fue. Todo se vá, la Pirucha se fue. Ayer no mas agarró los pibes y rajó para lo de la vieja. Este año se fue dos veces. Creo que todo esta para la mierda. Vamos Raúl! Se dice a sí mismo mientras sube por la escalera colgante al techo. Mira para la mesa iluminada y el Ernesto. Ese puto no tiene problema. Siempre tiene para pasarse las tardes en este boliche. Con esos pensamientos Raúl sigue con su diaria rutina de abrir la matenee del cine desde el Ronderos.
Todo se acaba, el cine, la Pirucha, seguro que se fue con un atorrante como este. Sigue con sus pensamientos mientras ficha a Ernesto que se apresta para su primer tiro, le esta dando a la tiza y al talco.
El Raúl sigue enroscándose en sus pensamientos, Chau Pirucha. Otra vez sin laburo. Yo no sé hacer nada. Especialista en darle vuelta al proyector, enlatar las cintas y dárselas al de la moto, el estacionamiento, me pueden....
Ernesto, canchero como siempre, deja la tiza sobre el borde de la mesa, y entalca el taco. Se prepara está a punto de golpear, le llama la atención el polvo que rodea a la bola puntera, es del techo, o es la iluminación de esta mesa, piensa.
Cada vez el polvo que se junta es mayor, la vista fija en sus dedos ellos también empolvados?, retumban las chapas , caen sobre la mesa cascotes, ladrillos, polvo, vidrios, parte de la claraboya y casi toda la basura amontonada en el techo. Una gran montaña se forma en medio de la mesa, la lampara queda como bonete en la cima. Ya no se ve el tapete verde ni las bolas. Silencio, un gran silencio despues de la ecatombe. Donde estará el Raúl, que quilombo se armó, no?.
La montaña de escombros comienza a sacudirse, a temblar y a agrietarse, emergiendo de entre los restos del derrumbe la figura empolvada y payasesca de Raúl, sosteniendo en sus manos la bola blanca y la roja. Ernesto frente a Raúl de nuevo. El maquinista parado entre los escombros, va a hablar, pero el último cascote, le cae sobre su cabeza e interrumpe el discurso. Despierta y grita:
Vos y la Pirucha son unos hijos de puta.
Cae de culo sobre la mesa, suelta la bola roja, que hace una voltereta colosal entrando en la tronera. Mientras la zapatilla polvorienta cae a los pies del Ernesto , la mesa se desfonda finalmente.
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