Fernando Trueba reconstruye la vida del brasileño Tenório Jr., asesinado durante la dictadura argentina, "una metáfora" de la historia de la música instrumental de su país
CARLOS GALILEA - Madrid - 10/04/2007
"No quiero hacer una película sobre un desaparecido. Es más importante reconsiderarle como músico""Con Tenório he llegado a estar verdaderamente obsesionado. Le tengo una admiración y simpatía infinitas"Salió del hotel Normandie, en el 320 de la calle Rodríguez Peña. Era la madrugada del 18 de marzo de 1976 en Buenos Aires. Acababa de tocar en el Gran Rex acompañando a Vinicius de Moraes y Toquinho. Y a las dos había quedado con dos amigos argentinos en la recepción. Al llegar éstos les dijeron que había ido un momento a una farmacia a por un medicamento. Le estuvieron esperando. En vano. Tenório Jr. no regresó.
Un periodista brasileño habló años más tarde con el vendedor del quiosco de la esquina de Rodríguez Peña y Corrientes, que se acordaba del músico con barba y gafas al que había vendido tabaco. El periodista entró en contacto con un militar que le dijo que iba a ver qué podía averiguar. La respuesta sonó a amenaza: "Mira, esta persona no está viva, ni está detenida, y me han dicho que dejes de preguntar y te vuelvas a Brasil".
En aquellos terribles días de 1976, el aspecto de Francisco Cerqueira Tenório Jr. -pelo largo, barba, gafas- respondía al perfil de lo que la extrema derecha consideraba un subversivo. "El teórico intelectual de izquierdas", apostilla el cineasta Fernando Trueba. Un amigo le había avisado en Brasil: "¿Vas a ir con esta pinta?". "El quiosquero contó que vio cómo aquel hombre subía a un Ford Falcon. Memoria del miedo, un libro de Andrew Graham-Yool, que trabajaba como redactor en el Buenos Aires Herald, explica que la gente los temía porque los paramilitares usaban ese modelo".
En los días que siguen a su desaparición, Vinicius de Moraes, que ha sido diplomático y tiene contactos, intenta saber qué le ha pasado. "Solicitan hábeas corpus, visitan hospitales y van hasta la morgue por si hubiera sufrido un accidente y no le hubieran reconocido. Vinicius da una entrevista a una televisión. Puedes ver la angustia en su cara. Es una llamada de socorro asegurando que Tenório nunca se ha mezclado en política y que sólo vive para la música. Tanto por las circunstancias argentinas como por las brasileñas, la entrevista no se llega a emitir".
"No sé si se va a saber lo que ocurrió", dice Trueba. "Los únicos testimonios que tenemos, podemos creerlos o no, son de un tío que se llama Claudio Vallejos". En 1986, este argentino llega a Río de Janeiro. Ha salido del ejército, se ha echado una novia carioca y se ha llevado dossiers fotocopiados de desaparecidos brasileños durante la represión en Argentina -entre ellos, una niña de 10 años- con intención de venderlos a la prensa. "Vallejos afirma que formaba parte del grupo que detuvo a Tenório en Rodríguez Peña y Corrientes. Que se lo llevaron a una comisaría a tres cuadras de allí y que en los sótanos le empezaron a interrogar los hombres del Tigre Acosta. Que entre los torturadores estaba el teniente Astiz, el Ángel de la Muerte. Que lo trasladan a la Escuela Superior de Mecánica de la Armada y que al noveno día lo mata Astiz de un disparo en la cabeza. No pueden permitir que cuente lo que le ha ocurrido y lo que ha visto en la ESMA". El 24 de marzo se produjo el golpe de Estado.
Tenório tenía 35 años, dos niñas y dos niños. Y su mujer, Carmen, estaba embarazada de ocho meses. Legalmente, nunca ha sido considerada viuda. Hace un año, por fin, el Gobierno brasileño reconoció al músico como víctima de la dictadura y decidió indemnizar a la familia. "Han pasado mil dificultades. Elisa, la mayor, tenía ocho años y muchos días me he encontrado contándole cosas que me habían contado a mí antes. Me confesó que, durante años, cada vez que llamaban a la puerta, pensaba que era su padre".
"Ésta es una de esas películas que tratan sin querer de la memoria. Intentar saber qué le ocurrió a una persona hace treinta años es difícil; saber quién era esa persona, todavía más. Es un puzzle que acabas haciendo a base de pequeños flashes que se han quedado en las cabezas de personas que la conocieron y trataron. Y juntando todo ese cúmulo de anécdotas, recuerdos... vas reconstruyendo a la persona", explica Trueba. "Un día oigo un piano en un disco y quiero saber algo más de ese pianista. Cuando busco si tiene algún disco propio veo que lleva 30 años sin aparecer por ningún lado. Pienso '¡qué raro, será uno de esos músicos que murieron jóvenes!'. Entonces descubro en Internet lo de su muerte, entro en páginas de desaparecidos y me digo '¡Joder, qué historia!'. Veo que grabó en 1964 Embalo, pero que está descatalogado hace años. Me dicen que hay una edición japonesa y la compro a través de Internet. Pasé dos años pensando que alguien debería hacer algo de esto y poco a poco se fue convirtiendo en 'debería hacer una película sobre Tenório".
Fernando Trueba habló con más de cien personas y ha grabado unas 135 horas en Río de Janeiro, São Paulo, Buenos Aires, Boston, Nueva York, Los Ángeles... "Casi siempre la primera pregunta me la hacían a mí: '¿Cómo te has metido en esta historia?'. Y les tenía que contar esa teoría que siempre he tenido de que uno no elegía las películas. Con los años te das cuenta de que se te ocurren muchas ideas que vienen, van, desaparecen y se te olvidan. Pero algunas no te las quitas de la cabeza. Están ahí diciéndote 'hazme o no te voy a dejar en paz".
"Con Tenório he llegado a estar verdaderamente obsesionado". Da la impresión de que Trueba cambiaría la estatuilla del Oscar por haber podido ser su amigo. "Le tengo una admiración y simpatía infinitas. Le acabas cogiendo un cariño de la hostia. Y me ha impresionado la ternura con la que Milton Nascimento recuerda la casa de Tenório en Río. Llena de niños. Él era una especie de zen que tocaba imperturbable mientras se le subían por la cabeza y por el piano. Hay músicos que, treinta años después, no pueden contener las lágrimas cuando hablan de él".
"No quiero hacer una película sobre un desaparecido. Para mí es más importante reconsiderarle como músico. Tenório es una metáfora de la historia de la música instrumental brasileña que, entre 1959 y 1965, vive una edad de oro. Tan importante como el impresionismo o la nouvelle vague. Con artistas creando un lenguaje, llámese jazz brasileño o como se quiera, que va a revolucionar no sólo la música de su país, sino probablemente la del mundo entero. Los músicos de Estados Unidos fueron a Brasil para conocer lo que estaba ocurriendo allí. ¡Y eso no ha pasado nunca! De Duke Ellington a Chet Baker, de Stan Getz a Miles Davis, todos fueron o se interesaron por esa música o grabaron discos de esa música".
A Trueba le contaron que Ella Fitzgerald estuvo una semana cantando en el Copacabana Palace. Y que nunca dio un bis. "¿Por antipática? No, porque apenas estaba terminando la última canción y los músicos tocaban el final, salía corriendo hacia el Beco das Garrafas, unas calles más allá, para entrar en los clubes donde tocaban Tenório y los demás".
"Hacia 1965 se acabó. La industria decide apostar por las canciones cantadas de tres minutos. Habían llegado los Beatles y el microsurco. Una pequeña tragedia. ¿Qué hubiera ocurrido si en 1880 alguien prohíbe en Francia la pintura al aire libre y el uso de caballetes portátiles y dice 'todos a pintar retratos de señoras burguesas'? O sea, si hubieran acabado con el impresionismo. Creo que el crimen que se cometió con la música instrumental brasileña fue brutal. Y creo que ni los brasileños son conscientes. De alguna manera, Tenório es una metáfora trágica del destino de esos músicos".
La deuda
"La forma de pagar mi deuda con Tenório es hacer un disco. Porque le debo una de las mejores aventuras de mi vida como cineasta, amante de la música y persona. Conocer una época, meterme en la música brasileña, entrar en las casas de los músicos... todo eso es impagable. La idea es invitar a pianistas de todo el mundo para que cada uno toque una pieza de Tenório. Me gustaría que algunas obras suyas, que están totalmente olvidadas, pasaran a formar parte del repertorio jazzístico y brasileño porque lo merecen. Bebo Valdés ha grabado una versión maravillosa de Saudade de la que se quedó enamorado. Reconstruimos la partitura con Bebo y Javier Limón. Se había perdido la mitad, pero teníamos una grabación suya casera y una hoja manuscrita con las armonías". Paralelamente a la película ha habido un trabajo de recuperación de fotografías que conservan amigos y familiares, de las partituras que andaban desperdigadas y que se están escaneando y restaurando. A Trueba le gustaría que en el disco estuvieran pianistas como Chucho Valdés y Michel Camilo. Uno que le haría mucha ilusión -"y voy a perseguirlo para que esté"- es McCoy Tyner. Había dos discos de los que Tenório nunca se separaba: The real McCoy y Muito a vontade, de João Donato. "Aunque en al menos cien de las entrevistas han nombrado a Bill Evans, sin yo haberlo mencionado. Porque recuerdan el amor de Tenório por Bill Evans o porque le definen como a un Bill Evans brasileño. Estoy seguro de que, de haber vivido, Tenório hubiera hecho cosas impresionantes. Era un innovador".
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Fernando Trueba reconstruye la vida del brasileño Tenório Jr., asesinado durante la dictadura argentina, "una metáfora" de la historia de la música instrumental de su país
CARLOS GALILEA - Madrid - 10/04/2007
"No quiero hacer una película sobre un desaparecido. Es más importante reconsiderarle como músico""Con Tenório he llegado a estar verdaderamente obsesionado. Le tengo una admiración y simpatía infinitas"Salió del hotel Normandie, en el 320 de la calle Rodríguez Peña. Era la madrugada del 18 de marzo de 1976 en Buenos Aires. Acababa de tocar en el Gran Rex acompañando a Vinicius de Moraes y Toquinho. Y a las dos había quedado con dos amigos argentinos en la recepción. Al llegar éstos les dijeron que había ido un momento a una farmacia a por un medicamento. Le estuvieron esperando. En vano. Tenório Jr. no regresó.
Un periodista brasileño habló años más tarde con el vendedor del quiosco de la esquina de Rodríguez Peña y Corrientes, que se acordaba del músico con barba y gafas al que había vendido tabaco. El periodista entró en contacto con un militar que le dijo que iba a ver qué podía averiguar. La respuesta sonó a amenaza: "Mira, esta persona no está viva, ni está detenida, y me han dicho que dejes de preguntar y te vuelvas a Brasil".
En aquellos terribles días de 1976, el aspecto de Francisco Cerqueira Tenório Jr. -pelo largo, barba, gafas- respondía al perfil de lo que la extrema derecha consideraba un subversivo. "El teórico intelectual de izquierdas", apostilla el cineasta Fernando Trueba. Un amigo le había avisado en Brasil: "¿Vas a ir con esta pinta?". "El quiosquero contó que vio cómo aquel hombre subía a un Ford Falcon. Memoria del miedo, un libro de Andrew Graham-Yool, que trabajaba como redactor en el Buenos Aires Herald, explica que la gente los temía porque los paramilitares usaban ese modelo".
En los días que siguen a su desaparición, Vinicius de Moraes, que ha sido diplomático y tiene contactos, intenta saber qué le ha pasado. "Solicitan hábeas corpus, visitan hospitales y van hasta la morgue por si hubiera sufrido un accidente y no le hubieran reconocido. Vinicius da una entrevista a una televisión. Puedes ver la angustia en su cara. Es una llamada de socorro asegurando que Tenório nunca se ha mezclado en política y que sólo vive para la música. Tanto por las circunstancias argentinas como por las brasileñas, la entrevista no se llega a emitir".
"No sé si se va a saber lo que ocurrió", dice Trueba. "Los únicos testimonios que tenemos, podemos creerlos o no, son de un tío que se llama Claudio Vallejos". En 1986, este argentino llega a Río de Janeiro. Ha salido del ejército, se ha echado una novia carioca y se ha llevado dossiers fotocopiados de desaparecidos brasileños durante la represión en Argentina -entre ellos, una niña de 10 años- con intención de venderlos a la prensa. "Vallejos afirma que formaba parte del grupo que detuvo a Tenório en Rodríguez Peña y Corrientes. Que se lo llevaron a una comisaría a tres cuadras de allí y que en los sótanos le empezaron a interrogar los hombres del Tigre Acosta. Que entre los torturadores estaba el teniente Astiz, el Ángel de la Muerte. Que lo trasladan a la Escuela Superior de Mecánica de la Armada y que al noveno día lo mata Astiz de un disparo en la cabeza. No pueden permitir que cuente lo que le ha ocurrido y lo que ha visto en la ESMA". El 24 de marzo se produjo el golpe de Estado.
Tenório tenía 35 años, dos niñas y dos niños. Y su mujer, Carmen, estaba embarazada de ocho meses. Legalmente, nunca ha sido considerada viuda. Hace un año, por fin, el Gobierno brasileño reconoció al músico como víctima de la dictadura y decidió indemnizar a la familia. "Han pasado mil dificultades. Elisa, la mayor, tenía ocho años y muchos días me he encontrado contándole cosas que me habían contado a mí antes. Me confesó que, durante años, cada vez que llamaban a la puerta, pensaba que era su padre".
"Ésta es una de esas películas que tratan sin querer de la memoria. Intentar saber qué le ocurrió a una persona hace treinta años es difícil; saber quién era esa persona, todavía más. Es un puzzle que acabas haciendo a base de pequeños flashes que se han quedado en las cabezas de personas que la conocieron y trataron. Y juntando todo ese cúmulo de anécdotas, recuerdos... vas reconstruyendo a la persona", explica Trueba. "Un día oigo un piano en un disco y quiero saber algo más de ese pianista. Cuando busco si tiene algún disco propio veo que lleva 30 años sin aparecer por ningún lado. Pienso '¡qué raro, será uno de esos músicos que murieron jóvenes!'. Entonces descubro en Internet lo de su muerte, entro en páginas de desaparecidos y me digo '¡Joder, qué historia!'. Veo que grabó en 1964 Embalo, pero que está descatalogado hace años. Me dicen que hay una edición japonesa y la compro a través de Internet. Pasé dos años pensando que alguien debería hacer algo de esto y poco a poco se fue convirtiendo en 'debería hacer una película sobre Tenório".
Fernando Trueba habló con más de cien personas y ha grabado unas 135 horas en Río de Janeiro, São Paulo, Buenos Aires, Boston, Nueva York, Los Ángeles... "Casi siempre la primera pregunta me la hacían a mí: '¿Cómo te has metido en esta historia?'. Y les tenía que contar esa teoría que siempre he tenido de que uno no elegía las películas. Con los años te das cuenta de que se te ocurren muchas ideas que vienen, van, desaparecen y se te olvidan. Pero algunas no te las quitas de la cabeza. Están ahí diciéndote 'hazme o no te voy a dejar en paz".
"Con Tenório he llegado a estar verdaderamente obsesionado". Da la impresión de que Trueba cambiaría la estatuilla del Oscar por haber podido ser su amigo. "Le tengo una admiración y simpatía infinitas. Le acabas cogiendo un cariño de la hostia. Y me ha impresionado la ternura con la que Milton Nascimento recuerda la casa de Tenório en Río. Llena de niños. Él era una especie de zen que tocaba imperturbable mientras se le subían por la cabeza y por el piano. Hay músicos que, treinta años después, no pueden contener las lágrimas cuando hablan de él".
"No quiero hacer una película sobre un desaparecido. Para mí es más importante reconsiderarle como músico. Tenório es una metáfora de la historia de la música instrumental brasileña que, entre 1959 y 1965, vive una edad de oro. Tan importante como el impresionismo o la nouvelle vague. Con artistas creando un lenguaje, llámese jazz brasileño o como se quiera, que va a revolucionar no sólo la música de su país, sino probablemente la del mundo entero. Los músicos de Estados Unidos fueron a Brasil para conocer lo que estaba ocurriendo allí. ¡Y eso no ha pasado nunca! De Duke Ellington a Chet Baker, de Stan Getz a Miles Davis, todos fueron o se interesaron por esa música o grabaron discos de esa música".
A Trueba le contaron que Ella Fitzgerald estuvo una semana cantando en el Copacabana Palace. Y que nunca dio un bis. "¿Por antipática? No, porque apenas estaba terminando la última canción y los músicos tocaban el final, salía corriendo hacia el Beco das Garrafas, unas calles más allá, para entrar en los clubes donde tocaban Tenório y los demás".
"Hacia 1965 se acabó. La industria decide apostar por las canciones cantadas de tres minutos. Habían llegado los Beatles y el microsurco. Una pequeña tragedia. ¿Qué hubiera ocurrido si en 1880 alguien prohíbe en Francia la pintura al aire libre y el uso de caballetes portátiles y dice 'todos a pintar retratos de señoras burguesas'? O sea, si hubieran acabado con el impresionismo. Creo que el crimen que se cometió con la música instrumental brasileña fue brutal. Y creo que ni los brasileños son conscientes. De alguna manera, Tenório es una metáfora trágica del destino de esos músicos".
La deuda
"La forma de pagar mi deuda con Tenório es hacer un disco. Porque le debo una de las mejores aventuras de mi vida como cineasta, amante de la música y persona. Conocer una época, meterme en la música brasileña, entrar en las casas de los músicos... todo eso es impagable. La idea es invitar a pianistas de todo el mundo para que cada uno toque una pieza de Tenório. Me gustaría que algunas obras suyas, que están totalmente olvidadas, pasaran a formar parte del repertorio jazzístico y brasileño porque lo merecen. Bebo Valdés ha grabado una versión maravillosa de Saudade de la que se quedó enamorado. Reconstruimos la partitura con Bebo y Javier Limón. Se había perdido la mitad, pero teníamos una grabación suya casera y una hoja manuscrita con las armonías". Paralelamente a la película ha habido un trabajo de recuperación de fotografías que conservan amigos y familiares, de las partituras que andaban desperdigadas y que se están escaneando y restaurando. A Trueba le gustaría que en el disco estuvieran pianistas como Chucho Valdés y Michel Camilo. Uno que le haría mucha ilusión -"y voy a perseguirlo para que esté"- es McCoy Tyner. Había dos discos de los que Tenório nunca se separaba: The real McCoy y Muito a vontade, de João Donato. "Aunque en al menos cien de las entrevistas han nombrado a Bill Evans, sin yo haberlo mencionado. Porque recuerdan el amor de Tenório por Bill Evans o porque le definen como a un Bill Evans brasileño. Estoy seguro de que, de haber vivido, Tenório hubiera hecho cosas impresionantes. Era un innovador".
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