El americano
***
El recien llegado de Buenos Aires, el rubio, luego de tan largo viaje esta agitado y extenuado. Junto a Pedro, avanzan, suben hacia Navea. Van por la ruta entrelazada de las montañas de Orense.
La noticia de la desaparición del que llaman americano lo entristeció. Quizás debió haber venido antes. Si, cuando murió su madre.
Pedro, el dueño del ultramarinos, le entregó el cuaderno y el montón de cartas amarradas por una faja elastica roja , eran las pertenencias del americano.
Alli, con letra grande y muy pareja, de colegial, quizas encontrara algunos fragmentos de la verdad, y muchos de los sueños y fantasías, propios y también de todos ellos.
Lo que no se habían dicho nunca, había llegado el momento de leerlo. Solo leer queda, era como una simple explicacion.
El fajo de cartas era de su madre, dirigidas al americano, nunca contestadas que el el rubio supiera. El cuaderno del Americano era una sola y larga carta de respuesta, que nunca se termino de escribir y tampoco enviar.
Allí en el cruce y entrecruce, de memorias y olvidos de cartas y cuaderno, esta la historia de los encuentros y desencuentros que terminan con el Rubio en Navea.
Ahora el americano ha desaparecido y quizas muerto en este Sill, tumultuoso y caprichoso. El Sill se lo ha brutamente tragado.
El no cree en duendes, pero aquí en Galicia todo es posible.
Las cartas y el cuaderno, que los ha separado por extrañas circunstancias los une ahora. Aquí en las manos del rubio.
Desde la ventana de la posada de Antonio, mira la Plaza Mayor de Trives, la Guardia Civil.
Llueve. Ya poco queda del aguardiente que le ha dejado Pedro. Junto a la botella esta el cuaderno y las cartas.
La montañosa Orense, la vieja chabola, el castañeiro, el ultramarinos, y esta lluvia que pega ahora con fuerza contra la ventana, lo despiertan en este nuevo, desconocido mundo. Siente que su cabeza esta a punto de estallar y todas sus ideas se han convertido en un torrente. Es el rio Sill, el que se ha llevado a su padre. La policía esta todavia dando vueltas por el lugar.
Pedro, el dueño de ultramarino, le dice:
..." mira rubio te contare lo que se sobre este asunto, que no es mucho: El americano llego aquí un lluvioso día, como el de hoy. Vino por el paso del Sill, en un auto pequeño, su pelo era rubio como el tuyo, tenia algunas canas, pero su aspecto era joven, quizas mas joven que tu. Esa noche yo estaba atendiendo mi tienda de ultramarinos. Fue la noche en la que el americano se encontró con el cojo. El louco cojo, el pariente que todos prefieren ocultar. El loco siempre nos hablo de un hijo suyo, que no llego a conocer, todos le seguimos la corriente, y comenzamos a llamar al americano, "o fillo do couxo". El americano desde ese día se quedo en Navea, y dejó la posada donde estas tu, y el abandonado “souto” comenzó desde entonces a tener otros aires, casi el de los viejos días. La pequeña chabola, y los cultivos de los alrededores reververaron colores distintos, y nuestras constantes lluvias, fueron también de un llover distinto, se dice que era nuevamente: " o souto".
Todas las mañanas iban juntos a la montaña. Pastaban las ovejas y cabras. Subían y corrían por las ladeiras. Lo hacían con ganas y entusiasmo, sabian del diario batallar de los montañeses. Charlaban horas, algunos días, creo que los domingos a las tardes venian juntos al ultramarinos. Luego al morir el cojo, el americano no abandono su rutina montañesa, con sus cultivos y sus bestias. A las tardes, se lo veía con el acordeón del cojo, bajo el castiñeiro. . Desde entonces el americano, comenzó a escribir en un cuaderno, que debe ser ese que tienes tu en tus manos, siempre iba con esas cartas tambien. Recibía alguna correspondencia que retiraba en el ultramarinos. Las leía en un rincón en la banca de la ventana, donde tu te sentabas anoche, luego se tomaba su aguardiente, compraba una botella y se iba al Souto. En su chabola se veía luz hasta casi el amanecer, seguramente hasta que agotaba la botella de aguardiente." "
Luego de escuchar a Pedro, el rubio abrió el cuaderno y leyó nuevamente, la estraña escritura de pizarrón y maestro, que al final decía: ""...vivo el destiempo, vivo distante, el silencio, el viento, el olvido,lluvia de Navea, pienso en otro lugar /otra lluvia, regresar, no tiene sentido, asi dices en tus cartas. ""....
El rubio deja el cuaderno junto al paquete de cartas.
Pedro, le pregunta si quiere que lo lleve al aeropuerto, para su regreso. No, le responde, me quedaré esta noche en Navea. Quiero dormir en la casa de mi padre, tal vez mi abuelo el cojo, me ayude a decidir que vamos a hacer.
historias de navea 2.doc
martes, 11 de enero de 2000
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