El sol del medio día de enero, se refleja en las tejas de las casas blancas y en el río azul.
Qué decir del cielo!. La ciudad está más Lisboa que nunca. El Castelo de San Jorge domina brillante también entre las construcciones vecinas.
El habitante del primer piso de la Rua Coelho da Rocha 16, tiene otra visión de este día. Gris y cansado.
Las vigilias de tantas noches, muestran a sus enrojecidos ojos: su maltrecho y abandonado presente.
Desde que murió su tía, vive solo en las dos salas. Terminaron sus continuos traslados de pensiones y hoteluchos, pero su interior sigue de mudanza.
Domingo largo y monótono, es de nunca acabar. Se ha quedado sin cigarrillos. Solo quedan algunos pitillos en los platos de la cocina. Va hacia la ventana, desde allí se ven las desiertas veredas. La portera del edificio, va a visitar a sus parientes de Benfica.
Alves no ha venido a abrir la cigarrería, tampoco el almacén de la esquina esta abierto La Brasileira es su única salida. Pero a qué ir a ese lugar un domingo. Sus amigos y las tertulias de los días de semana no estarán hoy. Qué es lo que le hace pensar que todos ellos, sus amigos están hoy fingiendo: ser buenos padres y esposos amantes?. Vuelve de la ventana a la sala donde en el alto escritorio su maquina espera. Cuando comienza a escribir y descansa su pie izquierdo sobre uno de los baúles de debajo del escritorio, no sabe sí esta en lo de Fonseca o en la Rua Coelho 16.
Oye pasar un tranvía en camino al final del recorrido: Los Plazzeres.
Domingo sin tertulias, cigarros y vino.
Desde el atalaya, una ventana, una colina mas de Lisboa, vigila el movimiento del Hospital. En la plazoleta del frente, el busto de Wellington es también pálido testigo del día interminable. Pereira, su medico en él ultimo reconocimiento al estudiar la radiografía, señalando la mancha en el hígado dijo, es dura y seca como esa estatua. No tenemos solución, definitivamente no.
La carta que escribe en el alto escritorio, para su amigo Monteiro, lo aparta de la nada y de la nausea que vuelve y lo ahoga.
Alves no llegará.
No obstante este dominical ánimo, ayer con la visita de su barbero, se había sentido un poco dandy y joven como en la lejana Dubron. Allí definió que iba a ser un poeta ingles.
La carta a Monteiro es todo un hecho que lo hace sentir tal vez esperanzado. Ha podido concluirla y ha escrito como hace tiempo no lo hace. Le explica en ese correo su plan de publicaciones para ese año y la génesis del “drama de gentes”. El drama que duerme debajo de su escritorio, en los papeles dentro de los baúles. Su saudade de sentirse entendido y otra vez niño. Otro año terminado en cinco que traerá dolor pero esta vez paz, alguien le dijo en lo de de Martihno da Arcada “Descansa, pocos te llorarán”.
La carta son sus pensamientos que precipitadamente se escriben, tal cual salen de su afiebrada cabeza. Las palabras brotan como en una charla, solitaria tertulia en la sala del frente junto a la ventana. La vieja Royal. En ella golpea las palabras, la angustia, también el plan de escribir que no lo abandonó nunca.
Escribir de pie sobre su elevado escritorio es un habito que viene de lejos. Tal vez su trabajo en oficinas comerciales de la Baixa o el despacho de bebidas de Fonseca en la calle Do Ouro. Sus bolsillos con notas y apuntes que dibuja en servilletas que luego pasará a maquina en su casa o en la oficina son el resultado de sus ultimos dias desquisiados. .
La carta de ese 13 de enero es todo para el, en su domingo y solitaria tertulia.
Para su buena administración le pide a Monteiro que avise lo antes posible, cuando la reciba..
Prepara un sobre, que pone con la carta en un bolsillo de su chaqueta. Esta cuelga del picaporte de la ventana. No debe olvidar despacharla mañana.
Los últimos años han sido muy duros, ahora desearía tener una entrada regular, para remediar su situación. Tal vez así podrá escribir y ordenar algunos de sus papeles y sacar al fin una publicación decente.
Enciende la radio que dejó su tía. Se escuchan canciones inglesas. El ingles es su idioma y desde joven en las colonias quiso ser un poeta ingles.. Ya se lo ha escrito a su amigo. Pero solo es un poeta portugués.
La voz canta:
NO MATTER WHAT THE FUTURE BRINGS, AS TIME GOES BY.
Qué traerá el mañana? Ya dentro de sus propios versos, finge tan completamente; que hasta finge que es dolor, el dolor que en verdad siente.
Ahora vivo, nadie verá esos papeles de los arcones.
AS TIME GOES BY.
Va a la cocina, saca un pitillo del plato de restos y trata de encenderlo. Llena una copa del ultimo vino que queda en la casa.
THE LAST DRINK, THE BIGINING OF THE END.
Unos meses después el poeta, en una cama del Hospital San Luis de los franceses, espera el final. Pide papel, lápiz, anteojos y escribe su ultimo verso, la triste hoja del libro caído de su vida.
I KNOW NOT WHAT THE FUTURE WILL BRING.
Fue en el momento de despedirse del mundo, cansado, incluso cansado del cansancio, que comprendía que nunca había podido ser nada en la vida porque estaba condenado a fracasar en todo; al final, para comenzar a vivir tenia que comenzar por morir. La ceremonia fue discreta y las lagrimas escasas o ningunas. Estaban en el lunes lluvioso en Los Plazzeres, algunos viejos compañeros, un joven admirador, dos de sus patrones, su amigo el barbero. Este fue el principio.
Luis B. Nuñez
(03/03/2002) Id artículo: a1799
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