El héroe interior
Los
hechos no deseados, los imponderables, están en el menú de nuestra vida desde
el mismo comienzo. Aparecen en nuestro camino de una manera inevitable. A todos
nos aguarda (a cada cual de un modo distinto y a veces misterioso) una marcha
en la que habrá riesgos y obstáculos. Joseph Campbell (1904-1987), que estudió
como nadie la mitología de todos los tiempos y su relación con nuestras vidas
reales, lo llamaba el camino del héroe. Al respecto, es apasionante El héroe de
las mil caras, su obra mayor. El héroe, según Campbell, no nace. Se hace. Se
trata de un ser común que se ve apartado de su cotidianidad y sometido a una
serie de pruebas extremas que lo apartan de lo seguro y conocido y lo llevan a
enfrentar, no sólo peligros y dificultades externas, sino, sobre todo, a sí
mismo, a lo que creía ser o a lo que se conformaba con ser. En esas
experiencias quedará desnudo ante las circunstancias y ante sí. En esa desnudez
descubrirá verdades ignoradas y recursos propios insospechados, que jamás se
habrían manifestado de otro modo.
El
héroe no tiene a priori poderes especiales y no es un ser excepcional. Se forja
en la vida, en el camino. Puede negarse a hacer el tránsito y quedarse de este
lado, a resguardo de las preguntas que la vida, con situaciones, nos plantea
acerca de nuestros valores, de nuestros propósitos, del sentido de nuestra
presencia personal e intransferible en el mundo. Nuestras acciones y nuestras
omisiones, nuestras palabras y nuestros silencios, son respuestas.
Y las preguntas son bendiciones.
Ser bendecido, dice el rabino Harold Kushner en Cuando la vida te decepciona,
no es tener una vida fácil, sino una vida plena. Y una vida plena incluye los
caminos arduos. Al transitarlos es cuando accedemos a las experiencias
transformadoras, como las del amor, la colaboración, el encuentro y el logro.
En esos caminos se libera el héroe que hay en nosotros..
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