había una vez un poeta portugués/
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado/
trabajaba en la administración pública y dónde
se vio que un empleado público de portugal gane para alimentar cuatro bocas/
cada noche pasaba lista a sus poetas incluyéndose a sí mismo/
uno estiraba la mano por la ventana y le caían astros allí/
otro escribía cartas al sur/
que están haciendo del sur/decía/
de mi uruguay/decía/el otro
se convirtió en un barco que amó a los marineros/
esto es bello porque no todos los barcos hacen así/
hay barcos que prefieren mirar por el ojo del buey/
hay barcos que se hunden/
Dios camina afligido por el fenómeno ése/
es que no todos los barcos se parecen a los poetas del portugués
salían del mar y se secaban los huesitos al sol/
cantando la canción de tus pechos/amada/
cantaban que tus pechos llegaron una tarde con un cortejo de horizontes/
eso cantaban los poetas del portugués para decir que te amo/
antes de separarse/tender la mano al cielo/escribir cartas al uruguay
que mañana van a llegar/
mañana va a llegar el barco del portugués y barrerán la tristeza/
mañana va a llegar el barco del portugués al puerto de montevideo/
siempre supo que entraba a ese puerto y se volvía más hermoso/
como los cuatro poetas del portugués
cuando se preocupaban todos juntos por el hombre de la tabaquería de enfrente/
el animal de sueños del hombre de la tabaquería de enfrente/
galopando como don josé gervasio de artigas por el hambre mundial/
el portugués tenía cuatro poetas mirando al sur/al norte/al muro/al cielo/
les daba a todos de comer con el sueldo del alma/
él se ganaba el sueldo en la administración del país público/
y también mirando el mar que va de lisboa al uruguay/
yo siempre estoy olvidando cosas/
una vez me olvidé un ojo en la mitad de una mujer/
otra vez me olvidé una mujer en la mitad del portugués/
me olvidé el nombre del poeta portugués/
de lo que no me olvido es de su barco navegando hacia el sur/
de su manita llena de astros/
golpeando contra la furia del mundo/con
el hombre de enfente en la mano.
(Juan Gelman.
De Hacia el sur; Roma, 1981-1982).
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