Víspera de viaje, timbrazos:
¡No me avisen con excesiva estridencia!
Quiero disfrutar del reposo de la estación del alma que tengo
antes de ver avanzar hacia mí la llegada de hierro
del tren definitivo,
antes de sentir la partida verdadera en la boca del estómago,
antes de poner en el estribo un pie
que nunca aprendió a no emocionarse siempre que tuvo que partir.
Quiero, en este momento, fumando en el apeadero de hoy,
seguir todavía un poco agarrado a la antigua vida.
Vida inútil, que sería mejor dejar, ¿que es una celda?
¿Qué importa?
Todo el Universo es una celda, y estar preso no tiene que ver con el tamaño de la celda.
Me sabe a náusea próxima el pitillo. El tren ya partió de la otra estación...
Adiós, adiós, adiós, a todos los que no vinieron a despedirse de mí,
mi familia abstracta e imposible...
¡Adiós día de hoy, adiós apeadero de hoy, adiós vida, adiós vida!
Quedarme como un bulto con etiqueta olvidado,
en un rincón del resguardo de pasajeros del otro lado de la vía.
Ser encontrado por el guarda casual después de la partida
« ¿Y ésta? ¿Se la habrá dejado un tipo aquí?» -
Quedarse pensando solo en partir,
quedarse y tener razón,
quedarse y morir menos...
Voy hacia el futuro como hacia un examen difícil.
¿Si el tren nunca llegara y Dios se apiadara de mí?
Ya me veo en la estación hasta aquí simple metáfora.
Soy una persona perfectamente presentable.
Se nota -dicen- que he vivido en el extranjero.
Mis modales son de hombre educado, evidentemente.
Tomo la maleta, rechazando al mozo, como a un vicio vil.
Y la mano con que tomo la maleta me tiembla y a ella.
¡Partir!
Nunca volveré,
Nunca volveré porque nunca se vuelve.
El lugar al que se vuelve siempre es otro,
la estación a la que se vuelve es otra.
Ya no está la misma gente, ni la misma luz, ni la misma filosofía.
¡Partir! ¡Dios mío, partir! ¡Me da miedo partir!...
Frió especial de las mañanas de viaje,
Angustia de partir, carnal en ese escalofrió
Que nos va desde el corazón hasta la piel
Y llora virtualmente aunque este alegre
Nota de Damasceno Monteiro;en 1915 mas o menos.
Hasta aquí Álvaro de Campos
Luego en un país lejano al escenario Pessoano, surgió en mi memoria esto: :
“Frió especial de las mañanas de viaje,
Angustia de partir, carnal en ese escalofrió
Que nos va desde el corazón hasta la piel
Caminaste hacia Rivadavia
Yo me quede mirando
Me sentí un viajero perdido
Comprendí que nunca volvería a ser
Era el 30 de junio de 1998.”
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